Cuando cayó el dictador libio Muamar Gadafi, los opositores se vengaron de los que le apoyaron. Ese fue el caso de los 40.000 habitantes de la ciudad de Tawarga, que tuvieron que huir para salvar sus vidas.
Casi una década después de que las fuerzas rebeldes del Consejo Nacional de Transición saquearon, destruyeron e incendiaron la ciudad, la gente de Tawarga empieza a volver tímidamente a lo que queda de sus casas.
En torno a un tercio de los antiguos vecinos de esta ciudad -la mayoría negros descendientes de esclavos- ha regresado. Entre ellos, Abdelghani Omar, que ha abierto una barbería.
“Al principio fue duro”, reconoce Omar. “Mi familia me convenció para que abriera una barbería”, contó.
Tras años viviendo en carpas en pleno desierto, la gente regresa poco a poco a Tawarga y tratan de pasar página a este terrible capítulo de sus vidas.
La familia de Omar le convenció de que estaba haciendo lo correcto y además ofrecía un servicio “útil” a esta comunidad golpeada por la guerra civil.
Tawarga, a unos 200 kilómetros al este de la capital, Trípoli, está cerca de la ciudad portuaria de Misrata.
Al final de la rebelión que apoyó la OTAN y que acabó con la larga dictadura y la muerte de Gadafi en 2011, Tawarga sufrió una brutal represalia de las milicias revolucionarias por su apoyo a las fuerzas gadafistas que participaron en el sitio de Misrata.
Al final de la guerra, las milicias revolucionarias sitiaron Tawarga y la destrozaron con la artillería.
La mayoría de la población de la ciudad tuvo que huir, según la oenegé Human Rights Watch, que denunció lo que denominó “castigo colectivo” y “posibles crímenes contra la humanidad”.
– ‘Espejo del caos de Libia’ –
Durante años, las milicias impidieron el regreso de los habitantes.
Pero después del acuerdo de reconciliación firmado por los antiguos enemigos en 2018, apoyado por el Gobierno de Unidad Nacional (GNA), reconocido por la ONU, la gente empezó a volver con cautela a la ciudad.
Pero la vuelta no ha sido fácil. “A muchos les gustaría volver, pero dudan”, dice Omar, de 35 años, mientras le corta el pelo a un cliente en la única barbería de la destruida ciudad.
Las cicatrices de la guerra son visibles en todas partes.
Pero después del acuerdo de reconciliación y las promesas del GNA -con sede en Trípoli- de que serían indemnizados, la gente está volviendo.
Mahmud Abu al-Habel, un abuelo de pelo gris fue uno de los primeros.
Este hombre de 70 años ha reconstruido laboriosamente su casa y logró devolver a la vida a cientos de palmeras datileras y olivos de su parcela que sobrevivieron al fuego durante los ataques.
Abu al-Habel, acusado de haber sido un férreo seguidor de Gadafi, tuvo que huir de la ciudad con 26 miembros de su familia.
Pero hoy, la gente no debería dudar en volver a casa. “Deberíamos estar aquí”, sostiene.
Las tensiones políticas entre administraciones rivales que surgieron tras el caos que dejó la muerte de Gadafi están retrasando el pago de las compensaciones a los residentes para que vuelvan a construir sus vidas.
El alcalde de Tawarga, Abdelrahman Shakshak, culpa de ello a la “ausencia de un gobierno (central)”.
Hay que crear empleo y reconstruir viviendas, pero el gobierno está ocupado con “conflictos y divisiones”, asegura.
Shakshak dice que las solicitudes para la reconstrucción de unas 1.500 viviendas en los barrios destruidos en la batalla han “caído en oídos sordos”.
Cansados de esperar, algunos residentes como Tahani Khairi han rehecho su vida en otras partes de Libia.
“Llevará al menos diez años a la ciudad para volver a ser lo que fue”, dice Khairi, viuda que ahora vive en Trípoli.
“Tawarga es un espejo del caos de Libia”, asegura esta mujer, quien tiene cuatro hijos.
“No habrá estabilidad a menos que haya un Estado unido y fuerte”, sentenció.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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