Habían prometido terminar con el machismo y con el eurocentrismo. Bueno, todo no se puede.
El comité Nobel resolvió que, para dar por finalizada una temporada en el Infierno de la desconfianza del público en el mayor premio literario del mundo, no había mejor idea que premiar a dos autores europeos, como si el mundo, precisamente, terminara en sus fronteras. Alguien falló ahí en el asesoramiento político de la decisión, independientemente de los valores propios de las obras del austríaco Peter Handke y la polaca Olga Tokarczuk.
Y hablo de términos políticos porque una entidad de alcance internacional del Nobel de Literatura, que sufrió el desprestigio general luego de que se hiciera público un cóctel insólito de escándalos sexuales y filtraciones, que decidió suspender la entrega el año pasado en medio del bochorno, que renovó los miembros del comité de selección y que tuvo tiempo más que suficiente para definir los nombres de los dos premiados, terminó premiando a dos escritores del mismo continente central de donde sale el galardón. Una pena para la ilusión del resto del mundo.
Según el fallo del jurado, Tokarczuk ha sido premiada por “su imaginación narrativa, que con una pasión enciclopédica, simboliza el traspaso de las fronteras como forma de vida”, según anunció el secretario de la Academia sueca, Mats Malm. Por su parte, Handke ha sido reconocido por una obra “llena de ingenio lingüístico que ha explorado la periferia y la singularidad de la experiencia humana”.
Parece una ironía, pero hace unos días, el académico sueco Anders Olsson -responsable del comité- había señalado que la diversidad iba a ser una de las prioridades para el nuevo equipo. “Necesitamos ampliar nuestra perspectiva”, afirmó ante los medios de comunicación. “Hemos tenido una visión eurocéntrica de la literatura y ahora estamos mirando por todo el mundo. Anteriormente, estábamos más enfocados en los hombres. Ahora hay muchas mujeres que son realmente excelentes”. Tal vez quedaron conformes con que de los dos premios, uno fue para una mujer. Finalmente, Tokarczuk – autora militante en contra de la ultraderecha en su país- es la 15a autora que recibe el premio entre 116 galardonados, una cifra desvergonzada y solo atribuible a la falta de respeto y de lectura. Falta bastante para llegar a la equidad, pero presionados por la hora de la historia, evidentemente el tema lo tuvieron en cuenta. Ahora, la parte de revisar el eurocentrismo se la volvieron a saltear.
Para los latinoamericanos, la desilusión es enorme. Solo en 11 ocasiones, lo que equivale al 10,6% de los premios en su historia, fueron a parar a manos de autores en lengua española, 5 de ellos a autores españoles. En 2010, Mario Vargas Llosa fue el último elegido y desde entonces, nuestra lengua reluce por ausencia, sin contar los premios obligados que no fueron, entre ellos la imperdonable omisión de Jorge Luis Borges.
Seguramente a partir de ahora Olga Tokarczuk será más traducida al español -hay por ahora solo dos libros suyos traducidos- y reverdecerá sin dudas la obra de Handke, muy leída en los 90 y oscurecida luego de las definiciones políticas del austríaco en favor del serbio Milosevic y en contra del Tribunal de La Haya que lo juzgaba por crímenes de guerra luego de la guerra en Balcanes.
Al comité Nobel le resta aún la tarea de salir de su pequeño mundo de hombres blancos de países centrales para juzgar la literatura que se produce en todos los rincones del planeta.
A los lectores solo nos resta seguir leyendo y, desde nuestros países, tal vez nos quede pendiente una tarea que es a la vez un aprendizaje, el de dejar de mirar tanto y con tanta ilusión a aquellos que decidieron no mirarnos.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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