Especial para Infobae de The New York Times.
Hoy en día los elefantes están confinados a los continentes africano y asiático. Pero, en el pasado, sus antepasados extintos deambularon por todo el planeta. Cuando se establecieron en las islas, el curso evolutivo de algunas especies cambió de dirección de manera drástica.
En un estudio publicado el mes pasado, los científicos encontraron pistas sobre lo mucho que vivir en una isla puede alterar rápidamente la evolución de estos animales.
“La evolución en las islas es un campo de la ciencia bastante fascinante, ya que puede verse como un experimento de la naturaleza o la evolución en curso”, dijo Sina Baleka, la autora principal del estudio y una paleogenetista en la Universidad de McMaster en Canadá. Ella y sus coautores esperan que sus hallazgos puedan ofrecer información sobre cómo hoy la vida de las especies se ve afectada por el aislamiento geográfico en las islas y en otros hábitats.
En todo el mundo se han encontrado evidencias de elefantes extintos más pequeños. Fósiles de especies de elefantes en las islas en las costas de California y Siberia, así como en el Mediterráneo e Indonesia, muestran que estos gigantes se hicieron mucho mucho más pequeños. En algunos casos, estos enanos evolucionaron hasta tener el tamaño de un caballo grande.
Pero aún queda mucho por aprender sobre cuántos milenios de evolución necesitan unos mamíferos tan grandes como los elefantes para achicarse hasta tener el tamaño de un caballo. Para dar sentido a este misterio, los científicos se centraron en fósiles de una especie de elefante enano de Sicilia, la gran isla frente al dedo del pie de la bota que conforma el territorio italiano. Los fósiles fueron excavados a finales del siglo XIX de la cueva de Puntali, no lejos de la ciudad de Palermo, y se cree que tienen entre 50.000 y 175.000 años de antigüedad.
Este trabajo no fue fácil. No es como si los fósiles sicilianos representaban cuidadosamente a todas las especies de elefantes antiguas en cada fase de su reducción de tamaño, explicó Baleka. Así que ella y sus colegas utilizaron una variedad de técnicas para estudiar el ritmo al que los ancestros de las especies se convirtieron en enanos, estas incluyeron paleogenética, paleontología, geocronología y diferentes métodos de datación.
“Pudimos precisar el ritmo de achicamiento con mucha más exactitud que cualquier fuente de evidencia en aislamiento”, dijo Johanna L. A. Paijmans, coautora y una catedrática del área de la paleogenómica en la Universidad de Cambridge.
En el extremo superior, ese paso fue menor a los 352.000 años. Pero podría haber ocurrido en 1300 años, lo que equivale a “alrededor de 40 generaciones” de elefantes, dijo Victoria Herridge, coautora y bióloga evolutiva en el Museo de Historia Natural de Londres.
El ADN antiguo del hueso petroso fosilizado del elefante de Puntali indicó que descendía de una contraparte continental, el Palaeoloxodon antiquus, que existió hace unos 400.000 años. Aquellas bestias pesaban un estimado de 10 toneladas y cada una medía 3,6 metros aproximadamente.
Sicilia nunca ha estado muy lejos del resto de Italia y podría haber habido un puente de tierra que conectaba a ambas en la prehistoria. Ya sea que este puente estuviera allí o no, los antiguos elefantes, si se parecían un poco a los elefantes de hoy, podrían haber ido a la isla a nadar.
Los descendientes de los grandes elefantes que colonizaron Sicilia fueron casi 1,9 metros más pequeños y casi 8 toneladas más livianos. Ese cambio es comparable, los autores escribieron, a un humano que se reduce al tamaño de un mono rhesus.
“El ritmo evolutivo al que estimaron que los elefantes se encogieron (adaptaron) es notable”, escribió Mirte Bosse, investigadora de genómica de la conservación en la Universidad Wageningen en los Países Bajos, que no participó en la investigación. “Sabemos que la evolución puede ser rápida, pero este es un ejemplo sorprendente”.
Si bien aún queda mucho trabajo para precisar cuánto tiempo les tomó a los elefantes encogerse, haber obtenido el ADN ya es un logro sustancial. Baleka hizo numerosos intentos antes de poder extraer con éxito el ADN del hueso petroso en el cráneo del elefante. La dificultad resultó en parte porque el ADN antiguo comienza a degradarse en el momento de la muerte y sobrevive mejor en los climas congelados, pero no en el calor del Mediterráneo.
Que este equipo pudiera no solo extraer un ADN viable, sino lo suficiente como para secuenciar el genoma ofrece la emocionante posibilidad de que este método se pueda replicar para estudiar más fósiles en climas similares. Bosse señaló que era “muy alentador porque ahora somos capaces de viajar atrás en el tiempo mucho más allá de lo previsto anteriormente”.
Sé el primero en comentar en"Alguna vez, Sicilia fue el hogar de los elefantes enanos"