Alemania turbulenta y la psicosis del nazismo: tres miradas singulares desde el cine

“Fascinante fascismo”: así tituló Susan Sontag uno de sus mejores ensayos, donde analizaba las perplejidades ideológicas y morales que aún hoy nos provocan las películas nazis de la talentosa realizadora alemana Leni Riefenstahl (1902-2003). Sea que frecuentemos la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín o que prefiramos la comodidad hogareña del cine por streaming, innumerables documentales y películas registran, modelan y recrean la trágica experiencia de una Alemania sumida en la psicosis del nazismo. Basta repasar tres casos para comprobar cómo, aliado con la propaganda, la ficción o la veracidad histórica, el cine pudo lidiar con el ascenso de ese movimiento y prevenir, sin demasiado éxito, sus interminables retornos.

La ofensiva antifascista de Frank Capra

Solemos recordar a Frank Capra como el creador de una sutil comedia romántica de los años 30 (Lo que sucedió aquella noche, 1934) o de una edulcorada fábula navideña de la posguerra (¡Qué bello es vivir!, 1946). Pero, entre una y otra película, este cineasta norteamericano de origen siciliano se alistó en el ejército y se embarcó en la realización de una serie de documentales de propaganda bajo el título de Por qué luchamos (Why We Fight, 1942-1945). Aunque los llamó modestamente “películas informativas” (information films), hoy en día son un hito en la historia del cine documental. Comisionados por la Oficina de Información de Guerra (OWI) y por el jefe del Estado Mayor George C. Marshall, no se dirigían al público en general, sino a los soldados, a quienes pretendían persuadir para que se comprometieran con la causa aliada.

Frank Capra (1897-1991)
Frank Capra (1897-1991)

Frank Capra había quedado profundamente impresionado al ver El triunfo de la Voluntad (1935), donde Leni Riefenstahl registraba el Congreso del Partido Nacional Socialista, realizado en Núremberg en 1934. En ese documental, la directora alemana no ahorraba recursos sabiamente concertados: filmaciones desde lo alto del cielo, contrapicados épicos, multitudes coreografiadas, elegantes movimientos de cámara, razonadas distorsiones de la perspectiva. Más tarde, en una página de su autobiografía El nombre delante del título (1971), Capra describió el film como “el preludio ominoso al holocausto hitleriano del odio. Satán mismo no podría haber ideado un súper-espectáculo más sangriento y estremecedor”. Fue en parte como respuesta a esta película que realizó su serie Por qué luchamos.

Es casi un milagro que, entre los escasos contenidos valiosos que difunde Netflix, se incluyan tres de estos notables cortos que Capra filmó en aquella época. Sobre todo, vale la pena dedicar un momento a ver Preludio a la guerra (1942), el capítulo inicial de Por qué luchamos, que apenas dura unos 40 minutos. El director no duda en tomar en préstamo metraje de El triunfo de la Voluntad, pero insertado en un montaje y un relato que invierte su sentido. Sobre todo, Capra nos invita a  reírnos del trío de gángsters que forman Hitler, Mussolini y el emperador Hirohito: “para nosotros, eran como los personajes de una comedia musical”, declara el narrador. Al mismo tiempo, nos obliga a reconocer en ellos a nuestros enemigos supremos.

La Alemania frenética de Christoph Schlingensief

En la época en que Capra estaba inmerso en la filmación de su heptalogía, Veit Haslan–uno de los cinestas más exitosos de la era nazi– estrenaba Sacrificio (Opfergang, 1944). Se trataba de un melodrama kitsch que parece haber disgustado al propio Goebbels a causa de sus facetas mórbidas (Äls, la protagonista, muere de tifus en un clima de decadencia generalizada). No es casual que, en la gran retrospectiva que el Teatro San Martín dedica este año a la obra de Christoph Schlingensief, se incluya La máscara de mamá (1988), precisamente una irónica remake del dramón de Haslan.

 

“La máscara de mamá” (1988)
“La máscara de mamá” (1988)

Schlingensief (1960-2010) es tal vez la figura más radical y peor conocida –al menos en nuestro ámbito– del Nuevo Cine Alemán. Aunque murió sin cumplir los cincuenta, logró reunir las facetas de realizador cinematográfico, director teatral, régisseur, performer y agitador cultural. La amnesia histórica que, a sus ojos, padecía la sociedad alemana de la posguerra fue el objeto de sus desvelos y de sus encarnizados ataques. En sus películas reencontramos, metamorfoseado, un elenco invariable de actores; varios de ellos fueron figuras entrañables del cine de R. M. Fassbinder. Sus guiones son fieles a la pesadilla de la historia, que siempre es interpretada por la misma troupe de desquiciados.

Christoph Schlingensief (1960-2010)
Christoph Schlingensief (1960-2010)

En el ciclo de la Sala Lugones, podrá verse completa su “Trilogía Alemana”. Abre la serie 100 años de Adolf Hitler – La última hora en el búnker del Führer (1989), donde se recrea en económico blanco y negro el apocalipsis del líder y sus secuaces. Udo Kier encarna a Hitler entre ruidos de bombardeos y sirenas, obscenidades y alaridos. Este episodio siniestro se reinterpreta en clave burlesca: en una escena, por ejemplo, aparece Eva Braun  travestida de Hitler, a punto de casarse con Magda Goebbels… Y, tanto al comienzo como al final del film, se parodia la figura de Wim Wenders. Lo vemos en Cannes, en 1987, al momento de recibir el Premio a la Mejor Dirección por su película El cielo sobre Berlín, más conocida como Las alas del deseo: “Podemos mejorar las imágenes de este mundo y, con eso, este mundo puede ser mejor”, declara Wenders. Que el cine pueda mejorar las imágenes del mundo –y el mundo mismo– no es algo que Schlingensief consideró posible; probablemente, ni siquiera lo haya considerado deseable.

La masacre alemana de la motosierra (1990)
La masacre alemana de la motosierra (1990)

El director se interna en una forma extrema del horror satírico en el siguiente panel del tríptico, La masacre alemana de la motosierra (1990). Ya desde su título, la película alude a otro clásico menor del cine independiente de terror –La masacre de Texas (1974), de Tobe Hooper–, y lo reescribe a su manera, dilapidando los recursos del cine gore o slasher. Es a la vez hilarante y casi intolerable de ver. Comienza con los festejos por la reunificación alemana ante la Puerta de Brandenburgo y con las palabras esperanzadas de Richard von Weizsäcker, presidente de la RFA. Pero la trama que sigue, repleta de mutilaciones, sangre y vómitos, barre con cualquiera de esas certezas. Se impugnan el presunto pluralismo y el “milagro económico”, mientras la lógica del libre mercado funciona a la manera de una literal carnicería humana.

Terror 2000 – Alemania en terapia intensiva (1992)
Terror 2000 – Alemania en terapia intensiva (1992)

Completa la trilogía Terror 2000 – Alemania en terapia intensiva (1992). Dos mafiosos recalan en una ciudad llamada Rassau-Stadt y pasan a regentear, uno una mueblería, el otro una pequeña iglesia; al mismo tiempo, llevan adelante un programa de limpieza racial. A raíz del asesinato de una familia polaca y de un trabajador social, dos agentes de la Oficina Federal de Investigaciones se dirigen al lugar. De allí en más, se suceden persecuciones, tiroteos y violaciones, pero el tono de comedia atempera un poco la brutalidad de los hechos. No faltan una esvástica en llamas, un grupo de refugiados revoltosos, una curandera trans y una pandilla de neonazis que gritan enardecidos: “¡Viva el odio!”. En la “trilogía alemana” de Schlingensief, la patogénesis del nazismo explica al mismo tiempo la tenacidad de sus retornos.

Los crímenes del “contador” de Auschwitz

Al margen de esta excursión sarcástica por la historia alemana, un documental reciente nos exhorta a no olvidar realidades prosaicas tanto o más macabras. El contador de Auschwitz (2018), del canadiense Matthew Shoychet, registra el proceso de Oskar Gröning (1921-2018), el más impactante dentro de la serie de juicios tardíos abiertos en los últimos años contra los crímenes de la era nazi. Recordemos que, en abril de 2015, a sus 94 años, Gröning fue juzgado en la ciudad de Lüneburg, en la Baja Sajonia. Fue acusado de complicidad en al menos 300.000 asesinatos, que se produjeron mientras trabajaba en el campo de exterminio de Auschwitz. A diferencia de otros guardias, Gröning se declaró moralmente culpable y, a causa de la valiosa información que divulgó sobre la vida en el campo, se convirtió en un paradójico detractor de los negacionistas. Meses más tarde, fue condenado a cuatro años de prisión, pero falleció en 2018, antes de que su sentencia pudiera ejecutarse.

El documental de Matthew Shoychet aborda dilemas inquietantes, como la tensión entre el carácter imprescriptible de los delitos de lesa humanidad y el trato humanitario que debería recibir todo acusado de edad avanzada. O la amenaza que representa el negacionismo en una sociedad que pretende regirse por el principio de la libertad de expresión. Se roza al pasar el problema de la identificación errónea de imputados, basada en el mero testimonio de las víctimas, algo que ilustró el caso de John Demjanjuk, confundido con un guardia de Treblinka apodado “Iván el Terrible” (más tarde se comprobó que Demjanjuk tampoco era inocente: había trabajado como guardia en el campo de Sobibor). Finalmente, se reflexiona sobre los límites del perdón. Puede haber poco perdón, pero también demasiado, como lo ilustra el abrazo amistoso que Eva Mozes Kor–sobreviviente de los experimentos de Josef Mengele– le dedicó al propio Oskar Gröning, guardia del campo donde estuvo prisionera.

En dos momentos de la discusión comparece el filósofo australiano Peter Singer, experto en bioética y ética animal. También oímos el testimonio del anciano fiscal Benjamin Ferencz, un investigador de los crímenes nazis de guerra y Fiscal Principal por la Armada de los EEUU en uno de los doce procesos militares que las autoridades norteamericanas abrieron en Núremberg (más precisamente, el Juicio a los escuadrones de ejecución conocidos como Einsatzgruppen). La película carece de veleidades artísticas y añade poco o nada a la tradición del documental. Sin embargo, en sus mejores recodos ofrece más de una discusión interesante, allí donde el debate no se agota en lugares comunes ni en las fórmulas rutinarias en las que a veces parece haber cristalizado.

* Del viernes 23 al viernes 30 de agosto podrá verse el ciclo “Alemania fuera de control – Retrospectiva Christoph Schlingensief“, en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín (Av. Corrientes 1530). En Netflix están disponibles “Preludio a la guerra” y otros dos capítulos de la serie “Por qué luchamos”, de Frank Capra. También puede verse el documental “El contador de Hitler”, de Matthew Shoychet.

 

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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