A los 18 años llegó a Buenos Aires desde su San Vicente natal con lo puesto, con la certeza de que quería crecer y hacer su propio camino, sin demasiadas presiones. Sabiendo que la vida es -como lo comentará durante la charla- un viaje en tren. Sus comienzos en la gran ciudad fueron como profe de tenis y empleado en un vivero, hasta que el destino lo puso cara a cara con el profesional en el cual se convertiría. Con cierto desparpajo, pensando también en que no nada perdía, pero confiando en su talento, lo llevaron a probar suerte en un casting de relatores. Así fue como en 1992 Alejandro Fantino ingresó a los medios para empezar a relatar la campaña de Boca.
Su estilo único hizo que rápidamente trascendiera, logrando notoriedad. Hoy, 29 años después, es un todoterreno. El relato ya es parte del pasado. El presente lo tiene ligado a al deporte –conduce ESPN Show, por ESPN– y al mundo de la política en Intratables, por América.
Fantino nació el 26 de septiembre de 1971: este domingo cumple 50 años. Un número redondo, el comienzo de otra década. Momento de balances, de mirar hacia atrás y ver lo cosechado, pero también de la siembra que empieza de acá en más, para lograr lo mismo en esto que se conoce como la segunda etapa: la de la experiencia acumulada.
—El cambio de década generalmente invita a las reflexiones. ¿Te pasa?
—Sí. Yo grafico la vida como un viaje. En ese viaje vos tenés una ventanilla por la cual vas mirando y, a su vez, ese viaje tiene paradas. El paisaje que vi desde la ventanilla en estos 50 años, desde chiquito en mi pueblo, cuando mi fui de mi casa, mi llegada a Buenos Aires, todas las cosas que vi a través de esa ventanilla, fueron cosas lindas, agradables. Recibí mucho amor de la gente que siempre tuve alrededor, y por supuesto de mi familia, de mi papá y mi mamá. Las paradas también fueron agradables. Lo definiría como un viaje de 50 años en una ruta muy enriquecedora.
—¿Te imaginabas todo lo que conseguiste laboralmente?
—Creo que no podés imaginar nunca algo que no es normal para una persona que sale de un pueblo muy pequeño. En mi caso, que mi idea de vida era, tal vez, ayudar a mi papá en las máquinas cosechadoras, quedarme a vivir en el pueblo y tener una vida como la que tienen todos mis amigos allá. Estaba muy lejos Buenos Aires, estaba muy lejos poder trabajar en una radio. Así que ese tren del que te hablaba, que me hizo una parada en Radio Mitre para tomar esa prueba, lo disfruté. Claro que imaginar, nunca me lo imaginé. Jamás soñé una cosa así, porque mi carrera me fue sorprendiendo. No solamente estoy satisfecho con la carrera que voy armando, sino con la felicidad que me está dando. Mi carrera nunca fue una cuestión sísifa, del famoso mítico de Sísifo, que todas las mañanas tenía que agarrar una piedra redonda y llevarla arriba… Bueno, jamás mi carrera me costó.
—¿Qué se te viene a la cabeza cuando traés a la memoria a aquel Fantino de pelo largo que vino a Buenos Aires con el bolsito a pelearla?
—Es que yo no vine a pelearla sino que vine subido a un tren, a transitar un camino como mi papá y mi mamá me enseñaron: el de disfrutar. Buenos Aires era parte del viaje. Mi idea era estar acá un tiempo y regresar a mi pueblo. Nunca fue un sufrimiento estar en una ciudad lejana a mi pueblo, nunca extrañé, nunca necesité volver. Sí pensé que ese tren me iba a llevar de nuevo a mi pueblo, pero como nunca me planteo el camino, ese tren se quedó acá. Así que me bajé y llevo casi 30 años en esta estación. Pero a la memoria me viene el disfrute de esta ciudad, el enamoramiento del porteño, de la gente de Capital Federal. Hoy me siento con dos naturalezas: una del Interior, pero otra naturaleza porteña, bonaerense, porque amo este lugar.
—Siempre te planteaste desafíos en tu carrera, en la televisión. ¿Te sentís más cómodo con ese papel, el de luchador de los medios?
—Lo de agarrar fierros calientes y demás es también, perdón la analogía, disfrutar el viaje. Cuando me subí a la tarde (por Fantino a la tarde, en América), encontré un horario que nuca había tocado, porque soy un conductor de noche, o de medianoche, porque me construí en Mar de fondo, Animales suelos, mi carrera fue nocturna. No tenía referencia, nunca me había comunicado con la audiencia de la tarde, pero encontré gente maravillosa, que está pispeando la tele de costado mientras trabaja o hace otras cosas. Me gustaría volver el día de mañana al horario de la tarde. Después me tocó reemplazar a grandes conductores que tuvo Intratables, y es maravilloso. Yo soy un laburante de los medios, entonces dejo todo en lo que estoy haciendo. Hablando de Intratables, es una medalla que me cuelgo poder conducirlo porque era algo ya creado, a diferencia de Animales sueltos. Vos llegás a un lugar y ese lugar sabe si vos estás con ganas, si lo vas a cuidar o lo vas a maltratar, si lo vas a alimentar; con esto me refiero a llegar informado, bien vestido, y demás. Con Intratables generé simbiosis: lo quiero como propio. Soy muy feliz haciéndolo, me queda todo el año que viene de contrato con América y después, la vida dirá.
—¿En algún momento pensaste en largar todo y volverte a tu pueblo, a respirar tranquilidad?
—Sí. Uno cree que irse al Interior es ir a la tranquilidad, pero para mí la tranquilidad es irme a tomar un café a Palermo con un grupo de amigos. Mi tranquilidad es poder leer un libro, como lo estoy haciendo en este momento, que corté para hacer esta nota. Estar acá, con mi novia… La tranquilidad es agarrar la Panamericana hace 27 años todos los días, pasando esa hora y cuarto escuchando música. Soy feliz en este lugar y con la vida que tengo. Los griegos lo llamarían ataraxia, que es una mente sin ningún tipo de preocupación. El Interior lo tengo conmigo en mi interior, no necesito transportarme para tenerlo. Cuando me dan ganas voy dos o tres días, pesco… Me estoy haciendo una casita al costado del río allá, en Santa Fe, donde tenía una mi papá y se la llevó el río, para instalarme cuando voy unos días, porque no necesito irme a vivir, no lo siento.
—Segundo cumple sin Jorge, tu viejo. ¿Cómo lo vivís?
—Es el segundo cumple sin mi papá, pero entiendo que todavía no hemos accedido a una repuesta sobre dónde están los que no están. Yo creo que están. La única manera que tenemos de revisar la historia es a través de la memoria, de una foto, de un audio, de un recuerdo, un olor, un lugar… Claro que no lo tengo para charlar, reírnos de un chiste o ir a pescar amarillos en una lancha, pero esa pérdida física no es espiritual. Sé que cuando se termine mi vida terrenal volveré a ir a pescar con él. Lo extraño mucho, pero no tengo un vacío.
—Te saco de ahí. Cómo viene la relación con Coni Mosqueira, ya afianzados. ¿Hay ganas de dar un paso más?
—Coni es el punto perfecto de todo lo que me hace bien en mi vida. Es mi compañía, mi consejera, la persona con que entiendo día a día lo que es amar, que te amen. En este tren, una de las cosas perfectas es haber conocido a Conita, porque compartir la vida con ella me asegura felicidad. Estamos viendo juntos hace bastante tiempo y por supuesto que vamos a seguir dando un paso más. En algún momento nos vamos a casar, si es que ella quiere, porque yo sí quiero. Y también está en nuestros planes ser padres, tener hijos. Me parece que es la continuidad perfecta cuando realmente hay amor. Estamos súper afianzados y vamos por esos pasos. Ella tiene una condición que es lo que me enamora y es que todos los días me pone un poquito más de alas.
—¿Sos de mirar las redes sociales para ver que se dice de vos?
—Sí, las miro mucho. Entiendo y tomo mucho de lo que se dice allí en forma positiva. Y lo que es tremendamente agresivo o destructivo, lo paso por el tamiz de lo que significa que esté ahí. Me parece que en las redes sociales sacamos lo reprimido, el inconsciente freudiano. Ahí estamos, y yo entro, leo, muchas veces comprendo agresiones, pero no me engancho si me agreden profundamente, no me produce ningún tipo de daño mental.
—¿Sirven como otro método de información?
—Han conseguido la bidireccionalidad de la información y de la opinión. Yo no soy un sacerdote de la comunicación que lo que digo debe ser tomado como lo único y lo último. Es realmente justa la democratización de la crítica a través de las redes sociales, para mí es maravillosa. Cerebro que hay un lugar como Twitter, o la red social que sea, en donde la gente pueda decir de mí lo que yo digo de otros. Muchas veces digo de otros cosas con las que ese otro no está de acuerdo, que le duelen; yo también me lo tengo que bancar si duelen.
—Jugando con esto de que fuiste uno de los pocos que bancaste a Lionel Scaloni cuando nadie lo hacía, ¿qué porcentaje de la Copa América es tuya?
—Me pone muy feliz por él, porque en algún punto me sentí conectado. Me refiero en el viaje de Scaloni en su propio tren, saliendo desde su pueblo, desde Pujato a Buenos Aires, de Buenos Aires a España. Él también es un soñador, un luchador, un pibe que mira por la ventanilla, que se baja en las estaciones y las disfruta. Al principio no lo banqué tanto por lo futbolístico, sino por lo que es como persona. Yo creo que es un buen tipo y tiene las ideas claras, no tiene posibilidad de fracasar. Estoy convencido de que Scaloni pondrá a Argentina entre los cuatro mejores del próximo Mundial. No digo campeón para no quemarlo, pero se va a quedar hasta los últimos partidos del Mundial de Qatar.
—¿Qué desafíos vienen o qué planes hay para los próximos años?
—Mis desafíos son terminar la carrera de Licenciatura en Filosofía, dedicarme a escribir, a publicar algún que otro ensayito, dedicarme a seguir estudiando, a seguir leyendo. Me gustaría hacer algún programa con lo que nunca he tenido suerte en televisión porque no me los han comprado: juntar en una mesa a cuatro o cinco pensadores para conversar un poquito de términos tan abstractos y pesados como pueden ser el odio, la esperanza, el amor, el sacrificio, el dolor, la guerra, la paz… ciencia versus religión. También estoy muy metido en ESPN, en Disney, con posibilidades de viajar. Seguir en América, porque es mi casa, un poco mi familia, porque tengo una muy buena relación con todos ellos. Te cuento que el año que viene voy a hacer radio en La Red. Todavía no está definido el horario, pero sí lo que lo voy a hacer.
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A modo de conclusión, en esto de definir su camino, Alejandro Fantino pide entonces replicar el poema Ítaca, del griego Alejandría Constantino Cavafis (1863 – 1933), para quien lo más importante del viaje era el camino:
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Ítacas.
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