
En Washington, Brasilia, Santiago de Chile, La Paz, Bruselas, Caracas, Montevideo, La Habana, Moscú, Londres, Tel Aviv, Madrid y París se aguardan con obvio interés diplomático los resultados electorales del próximo domingo. En esas capitales del mundo Argentina representa una perspectiva geopolítica que puede cambiar con el triunfo de Alberto Fernández sobre Mauricio Macri, que durante su mandato construyó profundas relaciones bilaterales con poderosos líderes mundiales e influyentes organismos multilaterales.
Si Alberto Fernández derrota a Mauricio Macri, la política exterior se modificará respecto a la lógica diplomática que ahora existe con Estados Unidos, el Grupo Lima, Brasil, Israel, la OMC, Perú y Chile. Macri tiene acuerdos ideológicos con estas naciones y foros internacionales, mientras que Fernández ya explicó en público y en privado que no comparte los parámetros generales que aplicó la Cancillería para integrarse al mundo.
Ya en el corto plazo, las diferencias entre Macri y Fernández aparecerán sin demasiado esfuerzo. El Presidente no reconocerá la victoria electoral de Evo Morales hasta que una comunicación oficial de los veedores de la OEA aseguren que el recuento de votos fue transparente y ajustado a derecho.
El candidato del Frente de Todos, y posible presidente de la Argentina, hizo silencio sobre las irregularidades denunciadas por la OEA, Argentina y Brasil. En Bolivia no tienen dudas que, si Fernández derrota a Macri, Morales será invitado a la asunción presidencial del próximo 10 de diciembre.

La llegada del Frente de Todos a la Cancillería implicará recorrer caminos distintos para resolver la crisis de Venezuela, descongelar las relaciones con el Papa Francisco y Cuba, y relanzar las relaciones con Irán, Palestina, China y Rusia. Aunque jamás hizo referencia pública al asunto, Fernández desea que Francisco visite a la Argentina si finalmente ocupa Balcarce 50.
El Papa creía que Roberto Lavagna era el mejor sucesor de Macri, pero los votos se cuentan en el conurbano, adonde Fernández arrasó, apoyado en la maquinaria electoral de los intendentes peronistas. El candidato presidencial tiene una relación afectuosa con Francisco, que aplica la fría diplomacia vaticana cada vez que habla por teléfono con Macri.
El Presidente chatea con Donald Trump y Jair Bolsonaro cada vez que una situación doméstica o una crisis regional se transforma en una prioridad para su agenda política. Fernández no tiene esta llegada a la Casa Blanca o al Planalto y, menos todavía, una mirada similar respecto a cómo deberían ser las relaciones bilaterales con Estados Unidos y Brasil.

Fernández sabe que las relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Brasil son importantísimas para la Argentina. Sin embargo, el candidato presidencial repele la mirada ideológica de Bolsonaro y no le quedó otra alternativa que actuar con diplomacia y realpolitik frente a Trump y su gabinete conservador.
Si el posible sucesor de Macri no accede al Despacho Oval y plantea una relación con áreas convergentes y divergentes, la posible administración del Frente de Todos tendrá problemas para pactar una tregua con el FMI y negociar un profundo reperfilamiento con los tenedores de bonos argentinos bajo jurisdicción extranjera. Trump es la diferencia entre una crisis financiera larga o corta.
Fernández sostuvo que, desde su perspectiva política, la solución de la crisis de Venezuela no pasa por la agenda del Grupo de Lima. El candidato peronista opina que México y Uruguay han planteado una propuesta diferente para abrir una transición democrática en Venezuela. Esa propuesta es imposible de encajar en la hoja de ruta del foro regional que lideran Macri, Bolsonaro e Ivan Duque, presidente de Colombia.
Estados Unidos y el Grupo de Lima rechazan la hipótesis de trabajo que bosquejaron Uruguay y México y defiende Fernández: el candidato del Frente de Todos exige que Nicolás Maduro participe en la mesa de negociación, una instancia diplomática que jamás sucederá con Trump en la Casa Blanca y Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela.
La reticencia de Fernández sobre la propuesta americana y del Grupo de Lima sobre Venezuela puede enfriar la vinculación diplomática con Trump. Pero ese frío se puede transformar en un congelamiento prehistórico si el eventual sucesor de Macri decide cambiar el sesgo de las relaciones bilaterales con Gran Bretaña.
Estados Unidos y el Reino Unido son socios, y una decisión unilateral de Fernández que modifique los acuerdos con Londres sobre las Islas Malvinas puede implicar que la relación con Washington se transforme en un hecho distópico. El candidato justicialista considera que Macri se equivocó en su táctica diplomática con Gran Bretaña y esta dispuesto a revisar toda la relación bilateral construida desde los tiempos de Carlos Menem.
Si llega a la Casa Rosada, Fernández desmantelará casi toda la política exterior ejecutada por Macri en los últimos cuatro años. El posible presidente peronista no comparte la ecuación económica del acuerdo Mercosur-Unión Europea, rechaza las alianzas que la Casa Rosada hizo con Trump y Bolsonaro, y propone otra estrategia para resolver la crisis institucional en Venezuela.
Fernández estudia recuperar los sesgos más importantes de la agenda diplomática que implementó Cristina Fernández de Kirchner: cercanía con China y Rusia, diálogo fluido con Irán y Palestina, excelentes relaciones con Cuba, frío diplomático con Reino Unido y la OMC, y la rápida exhumación del UNASUR, un foro regional diseñado y construido bajo las ideas geopolíticas de Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Evo Morales.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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