Los agricultores polacos se enfrentan a un doble desafío: la pandemia del coronavirus los ha privado de trabajadores temporales ucranianos para recoger las cosechas y la sequía sin precedentes amenaza su supervivencia en el campo.
“Estamos asustados, no sabemos qué nos va a pasar”, confiesa Adrianna Bukowska-Lazarska, que suele producir más de 300 toneladas de fresas al año en la región de Czerwinsk, a medio centenar de kilómetros de Varsovia.
La sequía amenaza con reducir la producción de alimentos, advirtió recientemente el ministro de Agricultura, Jan Krzysztof Ardanowski, lo que podría encarecerlos.
El presidente Andrzej Duda también está preocupado y el miércoles pidió a sus compatriotas que ahorren agua.
“No hemos visto niveles de agua tan bajos desde que comenzamos a medirlos, es decir, desde hace 100 años”, dijo Grzegorz Walijewski, portavoz del Instituto de Meteorología y Gestión del Agua (IMGW), quien añadió que las previsiones son malas para los meses de mayo y junio.
El fenómeno no es nuevo, pero claramente se está agravando. Estadísticamente, un ciudadano polaco dispone de 1.600 m3 de agua por año, tres veces menos que el promedio de la Unión Europea. “Nuestros recursos son comparables a los de Egipto”, alertó el Tribunal de Cuentas de Polonia (NIK) en junio pasado, en un informe titulado “Polonia, el desierto de Europa”.
– Lluvia ligera –
La sequía, que propició los grandes incendios en el Parque Nacional Biebrza, se puede ver a simple vista en Varsovia: bancos de arena blanca generalmente ocultos a dos metros bajo el agua aparecieron en el medio del Vístula, el mayor río del país, cuya profundidad medida oficialmente ha caído a 60 cm.
“Este invierno no hubo nieve. Ahora no llueve. Necesitamos algo de lluvia fina durante una semana, no un fuerte aguacero, porque ese agua corre rápidamente sin filtrarse en el suelo”, explicó Marian Sikora, presidente de la Federación de Sindicatos de Productores Agrícolas.
“La tierra está seca, hay que hacer un agujero de 15 cm para encontrar humedad”, dice.
Las fresas de Bukowska-Lazarska no se quedarán sin agua en el futuro inmediato, gracias al sistema de aspersión que ha instalado, abastecido por un pozo profundo.
“Pero mis costos se han duplicado”, dice. “Se necesita energía para las bombas y para calentar y filtrar el agua, que está demasiado fría”.
Pero aunque las fresas, arándanos o frambuesas crezcan bien gracias al riego artificial, no es seguro que puedan cosecharse, teme la productora agrícola.
– Rumores –
Desde hace años, la tarea de recolección está a cargo de trabajadores temporales de Ucrania y Bielorrusia, pero con el cierre de las fronteras y las medidas de cuarentena impuestas por la epidemia de coronavirus, la mayoría no ha podido llegar.
En 2018 y 2019, alrededor de 60.000 ucranianos trabajaron en la agricultura polaca, según cifras obtenidas por AFP en el Ministerio de Agricultura.
A pesar de la pandemia, el gobierno polaco decidió abrirles la frontera. “Pero la gente tiene miedo”, sostiene Bukowska-Lazarska.
Se trata del miedo a estar separados de su familia, miedo a enfermarse y también a tener que someterse a cuarentena y no poder trabajar durante dos semanas.
Bukowska-Lazarska necesita alrededor de cincuenta trabajadores para preparar la cosecha de fresas en mayo, y luego la de frambuesas que comienza en junio.
Pero ella todavía teme otro enemigo: noticias falsas. “Escuchamos rumores”, dice, “según los cuales las fresas deben lavarse en agua caliente, para eliminar el virus. Pero las fresas no lo soportarían, sería necesario transformarlas todas en compota”.
El rumor es falso, confirmó el ministerio de Salud, citando una decisión de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA): “No hay evidencia de que los alimentos puedan ser la fuente o la vía de transmisión” del virus.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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