Cuando le contaron que iba a tener una familia se agarró la cabeza y salió corriendo: “Tengo padres, tengo mamá y papá”. J. tenía, por ese entonces, 12 años y estaba cerca de cumplir los 13. La anécdota la revelaron Pablo Spontón y Roxana González, quienes decidieron adoptarlo a través de un proceso que comenzó en 2015 y culminó en 2018 con un sinfín de prejuicios derribados.
“Él no quiere que digamos su nombre”, aclaró Roxana. Sin embargo, el relato no precisa de ese dato. J., como sugirieron mencionarlo sus padres, tiene 14 años. Amante del fútbol y de los videojuegos, interrumpió la entrevista para consultarle a su mamá si los esperaba para comer.
“Es muy independiente. En el hogar en el que vivió durante cuatro años aprendió a cocinar y se maneja solo”, contó Roxana. Pablo agregó: “En el verano nos fuimos de vacaciones a Pinamar. Algún que otro día salíamos a caminar solos y cuando volvíamos él nos estaba esperando con el almuerzo”.
La idea de convivir con un adolescente los asustó. “Era todo prejuicio, creíamos -como la gran mayoría- que con un chico de esa edad todo es más difícil. La idea de no poder ‘moldear’ los errores o defectos jugaba en contra. Pero la primera vez que estuvimos con él todos esos mitos se derribaron. A quienes buscan y dudan podemos decirles que no le teman al pasado de los adolescentes“, manifestaron a la par.
Pablo y Roxana se conocieron en 2010. Él es empleado de la Autoridad Regulatoria Nuclear (ARN) y ella, psicopedagoga, da clases en una escuela primaria. Se casaron en 2012 y en 2015 se anotaron en la lista de espera del Registro Único de Aspirantes a Guarda con fines Adoptivos (RUAGA), con expectativas de encontrar a un niño o niña de entre 3 y 8 años.
“Nuestra postulación arrancaba con esos parámetros de edades y hasta dos hermanos. La realidad es que tienen pocos chicos de esas edades y muchos postulantes. Al estar calificados dentro de la lista de RUAGA, te llegan las búsquedas internas. Los jueces tienen búsquedas y las envían, aunque no sean similares. Es una especie de consulta para ver si los padres quieren aceptar esa posibilidad que se presenta“, explicó Pablo.
A diferencia de muchos personas, que se anotan y sólo esperan, Roxana y Pablo hicieron una búsqueda activa. Participaron de una ONG que se llama “Ser Familia por Adopción”, que organiza jornadas y charlas, y se pusieron en contacto con otras personas en su misma situación. Esta forma de encarar el proceso los preparó mejor para la llegada de J.
“Teníamos temor de su personalidad. Buscábamos nenes más chiquitos porque uno cree… No sé. Es lo que les pasa a los demás: a muchos amigos les parece lindo y para otros estamos locos. Un bebé produce ternura y un chico de 14 años produce cuestionamientos“, indicó Roxana.
“Hay un mito que circula alrededor del tema de que los adolescentes ya están formados y hay algo de eso que no se puede modificar. Hay que tener presente que cada niño, niña o adolescente que es adoptado por una familia tiene una historia, un pasado, que debe ser respetado siempre“, explicó a Infobae Camila Tubio (MN 51.403), psicóloga de niños y adolescentes.
Tubio agregó: “En la evaluación previa que se realiza antes de concretar una adopción plena, es importante determinar si la persona o los padres adoptivos tienen la flexibilidad suficiente para poder adaptarse a las particularidades que brinde un adolescente”.
Hay un mito que circula alrededor del tema de que los adolescentes ya están formados y hay algo de eso que no se puede modificar. Hay que tener presente que cada niño, niña o adolescente que es adoptado por una familia tiene una historia, un pasado, que debe ser respetado siempre
“La realidad es que no conocíamos nada de él. Sólo sabemos que los primeros cuatro años de su vida estuvo con su mamá biológica y sus abuelos. Los cuatro siguientes vivió en la calle. Pero de esos años él no habla, no quiere decir nada. A partir de ahí, fue criado en un hogar de niños y adolescentes en Longchamps (provincia de Buenos Aires), en donde lo contuvieron con mucho amor”, contó Roxana.
“El 19 de marzo de 2018 nos llamaron por teléfono y citaron para dos días después en el juzgado. Pensamos que era una charla más, un encuentro más. Al llegar nos esperaba la trabajadora social y el juez. Y de golpe nos dijeron que lo íbamos a conocer al otro día“, recordó Pablo.
La pareja relató que durante el período de vinculación, que duró seis meses, la relación se afianzó por completo. “Lo veíamos tres veces por semana en Longchamps. Descubrimos que le gustaba el fútbol, entonces le regalamos una pelota, jugábamos con él, charlábamos. Ese proceso duró cuatro meses. Fueron muy duros, pero nos ayudaron mucho en nuestros trabajos y pudimos hacerlo”, explicaron.
“Trabajamos mucho en nuestras expectativas con la gente del RUAGA y del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la ciudad de Buenos Aires”, agregó Roxana.
“Los adolescentes, como todos los chicos, traen su historia al encuentro con los adultos, y también aportan su palabra. Y este recurso hace posible un intercambio que colabora en la consolidación de las nuevas familias. Los chicos más grandes pueden expresar sus proyectos, sus miedos, sus inquietudes y sus deseos. Y desde ese lugar, el encuentro y el intercambio también con la historia de los adultos, se vuelve único, más rico, posible”, explicó Karina Leguizamón, presidenta del Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la ciudad, quien trabaja desde hace muchos años con adopciones.
En la ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales, hay 1.100 inscripciones de personas y/o parejas que quieren adoptar. El 61% son parejas y el 39% son postulaciones individuales. Más del 80% de las postulaciones responden afirmativamente a la disponibilidad para adoptar niñas y niños de entre 0 y 3 años. Sin embargo, decrece sensiblemente hasta llegar a un mínimo de postulaciones para niños con más de 11 años (menos del 4%).
En el país, las cifras respecto a la predisposición para adoptar adolescentes son preocupantes: 817 personas están inscriptas oficialmente para adoptar a niños o niñas mayores de 8 años. La situación se agrava al incrementar la edad de los menores. Sólo 49 personas en todo el país adoptarían a adolescentes mayores de 12 años.
En la ciudad de Buenos Aires, según datos oficiales, hay 1.100 inscripciones de personas y/o parejas que quieren adoptar
“Estamos en una situación de guarda, no tiene un límite de tiempo. A partir de los 6 meses se inicia el proceso del juicio para adoptarlo definitivamente. Eso lo hicimos en diciembre. J. tiene un nombre en el DNI pero lo conocen por otro que le puso su hermana, dos años mayor que él, quien vivía en el hogar y se escapó. De su paradero no sabemos nada“, contó Roxana.
“En general, cuando se adopta a un adolescente, los padres adoptantes se encuentran ante una situación en la cual ese niño está haciendo un paso hacia la adultez. Si bien es una etapa compleja de cambios, la generalidad de los adolescentes adoptados resultan ser agradecidos con aquellos padres adoptantes”, reflexionó Cynthia Zaiatz (MN 60.105), jefa de Salud Mental del Sanatorio Modelo de Caseros.
En el país, las cifras respecto a la predisposición para adoptar adolescentes son preocupantes: 817 personas están inscriptas oficialmente para adoptar a niños o niñas mayores de 8 años. La situación se agrava al incrementar la edad de los menores. Sólo 49 personas en todo el país adoptarían a adolescentes mayores de 12 años
Zaiatz también indicó que “el adolescente que es adoptado pasa por la misma crisis de identidad y los mismos sentimientos de todo adolescente. La diferencia es que al adoptado se le suman las experiencias vividas en relación a su adopción”.
“Estamos esperando que el juez nos entregue la guarda definitiva. Descubrimos que ser papá y mamá no es únicamente que él nos diga mamá y papá. Es un trabajo de todos los días, en el cual nosotros también aprendemos de él”, dijo Roxana.
Cuando J. comenzó a vivir con ellos, una persona que trabaja en el juzgado les recomendó no mirar el expediente. “A veces la tajada de la torta, de la vida de un chico, es lo peor de lo peor. Te cuentan lo malo de su vida. Y estamos hablando de un nene. Un nene que quiere ser feliz”.
“No fue angustiante ni una espera trágica. Fue una decisión. Charlado desde que estábamos de novios. Teníamos el plan de ampliar nuestra familia. Fue algo que se habló. Y todo el proceso fue difícil. Siempre es un proceso de dolor, que nace desde un duelo, muchas veces desde los papás. Muchas parejas vienen de muchos intentos. Nacen de una fractura”, sostuvo Pablo.
También agregó: “Hay que ser sincero en pensar para qué esta uno y qué quiere uno”.
“Nuestro hijo es un nene feliz. Que nos abraza muy fuerte. Que a cada rato nos repite cuánto nos quiere. Que también nos pregunta si lo queremos. Que nos pide que no le apaguemos la luz porque no quiere sentirse solo. Ya no quiere sentirlo más. Un nene con mucho amor, que sabe su historia y a quien no tenemos que ocultarle nada. Que sabe lo que quiere. Y también lo que ya no quiere“, concluyó Roxana.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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