La noche previa al encuentro, los doce adolescentes integrantes del equipo de rugby de la comunidad Qom de Formosa que viajaron a Buenos Aires no podían pegar un ojo. “Se acostaron pasadas las doce de la noche, totalmente revolucionados”, cuenta Hilario Camacho, presidente, fundador y entrenador del Qompi Rugby Club.
¿El motivo? Al día siguiente, viernes 28 de septiembre, iban a tener el privilegio de entrenar con cuatro jugadores de los All Blacks: Anton Lienert-Brown (23), Samuel Whitelock (29), Tim Perry (30) y Ryan Crotty (30). “No te puedo explicar las caras que pusieron cuando les dimos la noticia. Quedaron perplejos”, rememora María José Maestu, presidenta de la fundación Rugby Sin Fronteras que, junto con UNICEF, organizó esta jornada con el objetivo de fomentar la inclusión y el juego.
NERVIOS Y EXPECTATIVA. Son las 9.30 am y el equipo de Qompi desciende de un micro en la puerta del Club de Amigos, en Palermo. La llovizna, aunque tenue, anula la posibilidad de realizar la actividad al aire libre, de modo que los doce adolescentes enfilan hacia el gimnasio del predio. Tras recibir camisetas y algunas pelotas ovaladas, los chicos acatan la propuesta de su entrenador y comienzan con una entrada en calor. Hay risas nerviosas y pases fallidos. Es lógico: casi todos están dispersos. Cada tanto miran hacia afuera por los ventanales. No ven la hora de que lleguen sus ídolos. “Entrenar con los All Blacks es la fantasía de todo aquel que juega al rugby. Ninguno de estos chicos se imaginó que podía estar hoy acá. Para muchos, ésta es su primera vez en Buenos Aires y están felices. La idea es trabajar el compromiso con el equipo: que puedan mantener una conducta dentro y fuera de la cancha. También, enseñarles que en la vida no hay imposibles”, dice Maestu. A su lado Hernán Monath, especialista en Protección de Derechos de UNICEF, agrega: “Nosotros celebramos la realización de este tipo de encuentros y promovemos la existencia de espacios a nivel comunitario, que garanticen el derecho al juego y al deporte seguro e inclusivo para todos los niños, niñas y adolescentes”.
MUNDO OVALADO. Finalmente, cuando el reloj marcó las 10.30, llegaron los All Blacks. Para recibirlos, los chicos formaron una ronda que los cuatro neozelandeses recorrieron mientras les estrechaban las manos. Ryan Crotty, que aprendió a saludar en español, cada tanto deslizaba un “hola”. Incrédulos, los chicos sonreían y contestaban. Tras la bienvenida, se dividieron en dos grupos y comenzaron con el entrenamiento. De un lado de la cancha practicaron pases de pelota; del otro, cambios de dirección. Media hora más, tras el final del encuentro, ambos equipos compartieron una ronda de preguntas y respuestas. A pesar de la timidez que los caracteriza, los integrantes de Qompi Rugby Club se animaron –con ayuda del entrenador– a hablarles a sus ídolos. “¿Qué hicieron para ser los número uno?”; “¿Por qué las camisetas son de color negro?”; “¿Qué hacen además de jugar al rugby?”, fueron algunas de las preguntas. Con respecto a esto último, Anton Lienert-Brown, el más joven de los neozelandeses, respondió. “Juego al rugby desde que tengo cuatro años. Hoy, si bien lo hago de manera profesional, es solamente una parte de mi vida. Lo principal son mi familia y amigos. Hay que esforzarse por mantener un equilibrio y jamás descuidar el estudio”. Para cerrar, Ryan Crotty los alentó: “Si realmente hacen un esfuerzo, todos pueden ser jugadores profesionales de rugby. Nunca dejen de creer en ustedes mismos”. Y agregó: “Nos encanta venir a la Argentina: además de ser un país muy amistoso, tienen la mejor carne del mundo. Lo que no podemos entender es por qué cenan tan tarde: ¡en Nueva Zelanda comemos a eso de las cinco o seis..!”. Hubo risas y aplausos.
CULTURA ANCESTRAL. “El rojo representa la sangre indígena; el amarillo, el amanecer; y el negro el color de nuestra piel. Con cariño les hacemos entrega de nuestra camiseta”, le dijo Emilio Fernández (16), capitán de la división M15 del Qompi Rugby Club de Formosa, a Sam Whitelock, su par de los All Blacks. Emocionado, Hernán Monath, de UNICEF, explica: “Así como los chicos forman parte de una comunidad Qom, los All Blacks también tienen todo un trasfondo con respecto a la cultura Maorí. Por eso nos parecía buenísimo generar este encuentro entre ellos”. Fundado en 1999, el Qompi Rugby Club reúne a más de 120 chicos y chicas que, a falta de cancha propia, entrenan en la plaza del barrio Namqom (a 10 kilómetros de Formosa capital), donde viven alrededor de 5.000 personas de varias comunidades indígenas: Qom (Toba), Wichi y Pilagá. “Ojalá que en algún momento se generen políticas públicas que les permitan tener un espacio propio donde jugar”, agrega Monath.
El evento finalizó entre selfies y firma de autógrafos. Con la sonrisa a flor de piel, Emilio Fernández revisa las fotos que tomó con su celular. “Me siento tan contento y agradecido… Siempre vi a los All Blacks por la tele; jamás creí poder hacerlo en persona. Mi sueño es ser jugador profesional de rugby, y sé que voy a lograrlo. Vuelvo a Formosa feliz de la vida”. Lo que todavía no sabía –ni él ni el resto de los chicos– es que cada uno tenía reservada una butaca para presenciar, el sábado, el partido ante Los Pumas. Pero ésa, se sabe, fue otra historia.
Agradecemos a UNICEF y a www.rugbysinfronteras.org
Por Flor Ilbelle. Fotos: Julio Ruiz y gentileza de Rodrigo Vergara y Rugby sin Fronteras.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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