Desde el momento en que comenzaron a cumplir con su obligación ciudadana, los jurados elegidos en el caso del capo narco mexicano Joaquín Chapo Guzmán han vivido rodeados de precauciones extremas. El juez federal Brian Cogan lo dispuso así porque consideró que existían “razones poderosas y verosímiles para creer que el jurado necesita protección“.
Sus identidades se mantienen en secreto. Incluso los dibujantes de los tribunales tienen prohibido retratarlos, ya que podrían convertirse en blancos. Todos los días llegan y se van de las audiencias en Brooklyn, Nueva York, custodiados por guardias armados.
Hacia el fin de semana se espera que los jurados completen su trabajo en uno de los casos de mayor notoriedad del tráfico de drogas. Pero entonces, lejos de dejar atrás este capítulo de sus vidas, “tendrán más probabilidades de enfrentar un nuevo riesgo: no de los sicarios o los paparazzi, como muchos habrían temido, sino del síndrome de estrés postraumático“, informó Los Angeles Times.
“Mi investigación halló que muchos jurados en casos similares mostraron signos de estrés postraumático“, dijo al periódico Sonia Chopra, una consultora de litigios especializada en jurados de la ciudad de Oakland. Entre ellos enumeró pesadillas, pensamientos invasivos y reacciones físicas como presión alta o náuseas. “Lo mínimo que habría que brindarles es tratamiento luego del juicio”.
Según numerosos estudios, el “estrés del jurado” puede ser “similar en gravedad y duración al trauma que los socorristas pueden sufrir luego de una tragedia”, informó el Times. “Y aunque el estrés moderado puede en realidad mejorar la capacidad del jurado para prestar atención y pensar críticamente en un juicio, la angustia intensa y continua es tan común que el gobierno federal ofrece servicios de terapia para ayudar a los ex jurados”.
El Departamento de Salud y Servicios Sociales tiene un Programa de Asistencia para Empleados por el cual quienes trabajan en el gobierno federal —y los jurados se consideran empleados temporarios— acceden a “hasta seis sesiones de terapia confidencial con trabajadores sociales o terapeutas para elaborar lo que les pasa”, dijo Paula Hannaford-Agor, directora del Centro para Estudios de Jurados. Y para que las personas puedan asistir, el juez extiende su servicio como jurado por seis meses a un año, de modo tal que tengan justificación en sus empleos.
Las siete mujeres y los cinco hombres que integran el jurado en el juicio contra Guzmán probablemente lo necesiten. Y no sólo por las razones más obvias: “Aunque el acusado es temible y algunas de las pruebas fueron explícitas, el mayor estrés para los jurados puede haber sido la extensión del juicio, que llegó a las 12 semanas, y en ocasiones la monotonía”.
“El factor del tedio destroza a los jurados”, dijo Chopra. Hannaford-Agor coincidió: “Tener que prestar atención a testimonios realmente tediosos es muy estresante. Uno debe prestar atención porque en algún lugar de esa inanidad puede haber algo realmente importante para la decisión que luego habrá que tomar”.
Pero los momentos traumáticos también existen. Con la cabeza metida en carpetas de evidencia y las narices fruncidas ante las traducciones chatas, el jurado asistió con horror al testimonio de Juan Carlos Ramírez Abadía, quien llegó a tener un emporio de droga de USD 1.800 millones, quien asesinó y en ocasiones desmembró a unas 300 personas y se cambió la cara con una decena de cirugías estéticas antes de ser atrapado en Brasil.
“Ese es el aspecto real de un capo de la droga”, dijo el abogado defensor Jeffery Lichtman durante las audiencias. “Ese tipo da miedo”.
Y aun en casos tan extremos, con numerosas pruebas perturbadoras, los jurados no pueden hablar de lo que han visto. Con nadie: ni siquiera pudieron consolarse entre ellos hasta que comenzaron las deliberaciones.
“Viven todo esto en soledad”, dijo Chopra. “Las únicas personas que comprenden lo que están atravesando son sus compañeros de jurado”. De ahí que el veredicto pueda resultarles un alivio: “La deliberación puede ser catártica para los jurados porque es, realmente, como terapia de grupo”, comparó Hannaford-Agor.
Pero el momento de llegar a una decisión también causa conflicto, en particular en un proceso judicial tan extenso y complejo como el del ex líder del Cartel de Sinaloa.
“Incluso si se deja de lado los temores que se pueden tener por ser jurado en un caso sobre una persona tan peligrosa, hay que procesar una cantidad abrumadora de información, y hay que pronunciarse sobre muchos cargos”, dijo el abogado y ex fiscal de Manhattan Matthew Galluzzo. “Es un caso que intimida”.
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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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