El muchacho, fornido, estaba acostumbrado a los trabajos manuales. Como es habitual en Madariaga, Damián Sepúlveda hacía alambrados, arreglaba tanques de agua, cualquier labor de campo se le daba bien. Los fines de semana dormía en lo de su padre, aunque ya había conseguido el terrenito y arrancaba con los cimientos para levantar su casa.
A Damián le gustaba tener su plata, cuenta Jorge, su padre, que lo había introducido en el áspero mundo de los peones rurales. Trabajaba desde los 14, cuando dejó el fútbol y la escuela en Mar del Plata. Empezó con pico y pala en el zanjeo para tendido de cables en Pinamar. Luego en los campos cercanos a General Madariaga, un pequeño pueblo de veinte mil habitantes que no siempre se parece a los paisajes bucólicos y los gauchos de ley que pintó Florencio Molina Campos. Sábados y domingos para Damián eran de bailes, tragos y trasnochadas. Así fue, precisamente, como encontró la muerte. En la mañana del 13 de enero de 2013. En la única comisaría que tiene Madariaga, de una policía comunal autónoma. Lo mataron como a un perro a media mañana.
Jorge habla con Infobae cuando se están por cumplir cinco años del crimen y sus ojos muestran que todavía no puede creer en lo que relata. Está sentado en Alem 40, los confines del Barrio Belgrano, una zona humilde, de camino a donde se hacen las fiestas tradicionalistas, las pruebas de riendas, con jinetes diestros y asado y vino todo el día.
Donde Damián había decidido sentar cabeza, en ese terrenito, Jorge levantó una casa que sirve para apoyo escolar y fiestas para los pibes. Con unos mates cebados por sus manos callosas, Jorge repasa una vez más la secuencia de aquel domingo capicúa, de yeta, en el que le mataron a Damián.
Se presentó un policía ese domingo a las siete de la tarde y me dijo que me citaban en la comisaría, cuenta Jorge. Agarró la bicicleta, recorrió las seis cuadras, preocupado, y el comisario le dijo, de una, su hijo se suicidó. Contestó, sereno, no puede ser, si se hubiera querido suicidar lo hubiera hecho en el campo, no en una celda de comisaría.
Frente a este hombre enjuto, morocho y de anteojos, estaban parados el comisario, el subcomisario y el jefe de calle de Madariaga. A ninguno de los tres se les movió un músculo de la cara. Jorge dijo me lo deben haber matado. Vos, vos y vos, dice que les dijo.
No le dejaron ver el cuerpo y con el correr de las horas, Jorge se fue enterando de todo, mientras en Madariaga la indignación crecía. Al día siguiente hubo disturbios fuertes en la comisaría.
El fiscal Juan Carlos Calderón, con sede en Pinamar, intervino el mismo domingo a la mañana y ordenó a los policías que le avisaran de inmediato al padre. Sin embargo, los uniformados tardaron siete horas en avisarle. Y no le dejaron ver el cuerpo.
La primera autopsia fue realizada en Lomas de Zamora, en un instituto dirigido por Alfredo Romero, un retirado de la Bonaerense. El médico que hizo de perito, Isaac Dabbah, certificó que Damián se había quitado la vida ahorcándose con su propia remera, a la que había atado a una reja. En la morgue tuvieron la precaución de dejar el cuerpo de Damián fuera de la cámara fría, para que se descompusiera en ese tórrido enero de 2013. Al cabo de tres meses, el fiscal Calderón ordenó una nueva pericia. Esta vez, con gente de Gendarmería y con Virginia Creimer, una especialista que le habían recomendado a Jorge.
La pericia de Creimer y del equipo de expertos de Gendarmería fue concluyente: entre treinta y sesenta golpes en todo el cuerpo y, lo más concluyente, uno que le había producido desvanecimiento antes de la muerte. No había dudas. Se habían ensañado con Damián hasta que quedara inconsciente. Luego lo mataron y por último montaron una coartada basada en la impunidad. O en la ilusión de la impunidad.
La carátula del 13-1-13 era “investigación de muerte dudosa”, cuenta Jorge, y agrega: pero yo puedo probar que me lo asfixiaron y lo mataron. Lo velamos cinco meses después, a cajón cerrado, cuenta.
Lo enterraron en el cementerio Las Lomas de Mar del Plata, donde Damián pasó su niñez junto a la madre y las hermanas.
Infobae quiso saber detalles menores, como por ejemplo, cómo hacía frente a los gastos. Jorge cuenta que todo salía de su humilde bolsillo y de los ahorros de la madre y las hermanas.
¿Por qué Damián?
Cinco años después, los testimonios permiten reconstruir una historia cuya chispa inicial fue una miseria humana. Damián tomaba cerveza en una esquina, pasó el patrullero con el oficial Mauricio Díaz a cargo del móvil y se lo llevaron a la vista de muchos testigos. Díaz era casado y tenía a Damián entre los ojos: el oficial mantenía una relación con Fernanda, una chica muy bonita, rubia, soltera, conocida en Madariaga por coquetear con otros policías y hombres influyentes. Damián, un laburante pícaro, alguna vez la habría piropeado y no más que eso. Pero Fernanda, cuando quería encender los celos de su amante, le hablaba de Damián.
El relato, telenovelesco, fue reconstruido por Fabiana Illarescape, una abogada penalista que nunca había conocido a Damián pero que al día siguiente del crimen llegó a la terminal de ómnibus desde Mar de Ajó, fue hasta la comisaría, donde se llevaba a cabo la protesta de los vecinos y le llamó la atención que Jorge, el padre de la víctima, tratara de apaciguar los ánimos. Desde entonces está a su lado, lo quiere como a un padre y lo asesora en la causa. Illarescape se dedica a violencia de género y pudo conocer toda la historia a través de Luciana Castañares, la mejor amiga de Damián.
Tanto Luciana como Fernanda fueron a declarar ante el fiscal Calderón, cuenta Illarescape. Lo que pasó está muy claro, pero otra cosa es lograr que se castigue a los responsables. No es fácil, dice la abogada, es un crimen de autoridad y no de autoría. Lo deben haber matado entre varios. Sin embargo, en cinco años nunca se rompió la omertá. Además, un rato antes de consumar el homicidio, tuvieron la precaución de llevarse a tres muchachos que estaban detenidos que en la comisaría. Damián no podía saber que una comisaría con una decena de oficiales y agentes pero sin testigos ajenos a la policía era el cadalso. Eso se pudo saber tiempo después, cuando el fiscal Calderón pidió el libro donde figuran los movimientos del día. El traslado de los detenidos a otro destino antes de que comenzaran los tormentos dejó a estos conjurados en franca evidencia. Al menos para el fiscal.
Sin embargo, la decena de policías involucrados e imputados nunca se contradijo. Cada vez que fueron a declarar se negaron a hacerlo. Siempre con sus defensores al lado. A los diez policías implicados, el fiscal sumó a los dos médicos de la primera autopsia.
Cinco años después sin ningún detenido.
El fiscal Calderón pidió el procesamiento de siete de ellos pero el juez de Garantías considera que no es preciso meterlos presos.
El tal Mauricio Díaz se mudó a Dolores, a 150 kilómetros de Madariaga. Desde allí se muestra en las redes sociales con una foto junto a una niña pequeña, como si así pudiera conjurar el crimen brutal del que se lo acusa. Otro oficial que se quedó en Madariaga es Guillermo Formentini, acusado de cómplice, porque era quien tenía las llaves del calabozo donde mataron a Damián.
Me lo cruzo en el supermercado, cuenta Jorge. Maneja un remís. Yo lo miro a los ojos, no para provocarlo, quisiera saber qué le pasa por la mente. Pero no levanta la vista cuando sabe que estoy ahí.
Los políticos de Madariaga
Jorge está sentado al lado de una Virgen de Luján de porte importante. Cuenta que la llevó a Paraguay cuando el Papa Francisco viajó a mediados de 2015.
Estuve 24 horas esperando al Papa y resguardando a la Virgen, así retrata Jorge ese viaje en busca de consolidar su fe en que algún día habrá justicia. Todos los 13, mes a mes, Jorge y muchos otros vecinos del pueblo hacen sus caminatas para ser escuchados. En las marchas de los 13 hay ausentes importantes. El intendente anterior, Cristian Popovich, y el actual, Esteban Santoro, jamás los recibieron. Popovich era del Frente Para la Victoria, Santoro es de Cambiemos. El crimen no se produjo en el ámbito de la policía provincial, sino de la local, dependiente del jefe comunal.
Sin perjuicio de eso, tanto a Jorge como a la abogada Illarescape, cada vez que llevan pibes a la comisaría, la gente recurre a ellos. Tratamos de controlar a la policía, dice, y agrega: Hace unos meses se nos acercó el subcomisario Iván Rizzo. Uno, al menos uno se acercó.
El juicio oral
En los próximos meses la causa irá a juicio oral. Será por el novedoso sistema de jurados, y en la ciudad de Dolores, donde están los tribunales con jurisdicción sobre Madariaga. El sistema es simple pero incierto: una docena de personas tendrá que asistir a todas las audiencias hasta dictar un veredicto. Los acusados son, en la provincia de Buenos Aires, quienes pueden recurrir a ese sistema en vez de ir por la vía tradicional de jueces. Es decir, un tribunal popular decide si son culpables o inocentes. Luego, con los códigos en la mano, el juez establece la duración de las penas en caso de haberlas. La ley de juicio por jurado establece que para fallar la culpabilidad en casos con condenas mayores a 15 años deben estar de acuerdo 10 de los 12 jurados. Cuando se trata de cadenas perpetuas, la culpabilidad debe ser dictaminada por unanimidad.
Consultado por Infobae un abogado penalista de fuste fue concluyente. La Justicia bonaerense en muy canera, dijo. Lograr que condenen a una patota de policías que no entró en contradicción es muy difícil. Si yo hubiera sido abogado de los policías hubiera optado por el juicio tradicional. En cambio, de haber sido defensor de la familia de Damián, hubiera prendido una vela para que optaran por el juicio por jurados.
Este abogado no cree, para nada, que el padre de Damián corra con desventaja por el hecho de ser un trabajador humilde. Los resultados de los juicios por jurados están sorprendiendo, asegura. No tienen la lógica del aparato judicial. En Dolores los vínculos entre jueces y jefes policiales, en actividad o retirados, son muy fuertes. Incluso con jueces y camaristas honestos. La violencia institucional policial es difícil de probar a veces y sobre todo cuenta con complacencia o complicidad por parte de magistrados.
La clave para lograr que se haga justicia está en la instrucción. Es muy importante la instrucción que haga el fiscal para que los jurados puedan entender cabalmente si los acusados son culpables o inocentes, explica el penalista. Hay que tener en cuenta que para un juicio de ese tipo se convoca de un modo transparente a medio centenar de personas, de las cuales 12 son elegidos como jurados y otros seis como suplentes y que durante las audiencias se toman todas las precauciones para evitar intentos de soborno, extorsiones o incluso contaminación informativa. Los jurados son personas comunes, no conocen a los abogados por sus nombres o por sus influencias. Pueden, por supuesto, equivocarse. Pero no por los motivos que suelen equivocarse los jueces que sintonizan con las atrocidades que muchas veces cometen algunos, o muchos, policías.
Jorge Sepúlveda y Fabiana Illarescape recorren una y otra vez los cinco años de sus vidas dedicados a buscar Justicia por Damián: las pericias que derribaron la primera versión del suicidio, el silencio de los culpables, la poca o nula sensibilidad de los dos intendentes, el cariño de la gente que los acompaña y también, de modo inevitable, la impunidad de tantos crímenes de violencia institucional. Jorge y Fabiana confían en el fiscal Calderón y en el trabajo que hizo durante cinco años. Tienen fe. Y tienen una casa, la que había cimentado Damián antes de que lo mataran. En esa casa tienen juguetes de Reyes, un inflable para festejar los cumpleaños, una foto del obispo Enrique Angelelli, otra del Papa Francisco y otra muy grande de Damián, ese pibe que jugó en las inferiores de Kimberley y de Aldosivi pero que a los 14 se decidió a ir a vivir a Madariaga.
Fue un muchacho libre que laburaba en el campo hasta que lo mataron en un mugriento calabozo. Su familia, desde ese día, reclama justicia.
FUENTE: INFOBAE NOTICIAS
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