A 97 años de su nacimiento, cinco tangos de Piazzolla que conmovieron al mundo

Astor Piazzolla nació el 11 de marzo de 1921 en Mar del Plata y falleció el 4 de julio de 1992 en la ciudad de Buenos Aires.

Nombrar a Piazzolla es pensar en el tango. Guste o no su estilo, que aún sigue siendo tan criticado, es inevitable que en la mente se conjuguen los sonidos del bandoneón que tanto celó y que una pareja aparezca bailando a su ritmo; hasta, quizás, de forma automática los ojos se cierren para dejarse llevar por aquellos sonidos que exploró como ninguno. Astor tiene el premio de los “elegidos”: es muy dificil imaginar cómo hubiera sido este planeta sin su presencia.

Fue un niño prodigio, conoció a Carlos Gardel cuando él, con 11 años, vivía con sus padres en Nueva York y el cantor grababa películas. Tal fue el impacto que el chico con su instrumento generó en el “Morocho” que él mismo lo llamó para que sea parte de El día que me quieras (1934), largometraje en el que actuó de canillita.

En 1934, Astor Piazzolla participa de una escena de “El día que me quieras” junto a Carlos Gardel y Tito Lusiardo. Fue el propio cantor el que quiso que el niño hiciera esa escena en la película.

Por esas cosas del destino, en 1935 su padre, Nonino, no lo dejó subir al avión en el que Gardel y Le Pera perdieron la vida tras el trágico accidente. Quizás haya algo de cierto en eso de que el libreto de cada uno está escrito y él tuvo que quedarse para desacomodarlo todo; para decir de otra manera, para que su fueye, la extensión de su ser, destellara cada vez que cantaba las penas de su alma.

Hace 97 años, Piazzolla llegaba al mundo sin saber que iba a cambiar lo más preciado, por entonces, en Argentina, el tango. Nació en Mar del Plata, vivió en Nueva York, donde conoció al Zorzal, inició sus estudios en Buenos Aires y afianzó su carrera en París donde era aclamado y cada tanto —quizás cuando tomaba coraje— regresaba a su tierra natal para irse con el dolor de seguir siendo incomprendido. No fue profeta en su tierra, pero el publico fiel que lo seguía siempre lo esperaba. Jamás hizo explotar las taquillas de los teatros y no había cuadras de personas esperando para entrar y escucharlo tocar en vivo… Y cuando sonaba en las radios lo interrumpían para criticarlo. Pero nunca dejó de lado su esencia y todo aquello que traía consigo, la música.

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Ensayo. Astor junto a sus músicos en una reunión en su casa. (Foto: gentileza Oscar López Ruiz)

Como dijo a Infobae Cultura hace unas semanas el músico que lo acompañó desde la guitarra eléctrica, Oscar López Ruiz: “Musicalmente Astor estaba adelantado 50 años” y él, que lo acompañó en el escenario por 25 años, claro que lo sabía.

Fue una afección cardíaca la que en 1988 le provocó un infarto del que anímicamente no se recuperó y lentamente se fue apagando aquella luz con la que nació el 11 de marzo de 1921… El 4 de agosto de 1990 sufrió una trombosis cerebral y fue trasladado a Buenos Aires donde el 4 de julio de 1992 se apagó para siempre.

Para recordarlo compartimos cinco de sus exquisitas composiciones instrumentales donde él y el bandoneón dialogan con las distintas orquestas.

Libertango (1974)

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Con ese nombre, Astor Piazzolla bautizó a un disco como una canción. Fue publicado por primera vez en Milán en 1974. Ese nombre es una conjunción de “libertad” y “tango”, quizás mostrando en ella la identidad de sus composiciones tan diferentes al tango clásico y anterior a él.

El video lo muestra en vivo en un programa de la televisión parisina en 1977.

 

Adiós Nonino (1959)

 

Con este tema que es un sube y baja de emociones, Astor despidió a su padre Vicente “Nonino” Piazzolla cuando supo que había muerto en Mar del Plata mientras él se presentaba en Puerto Rico. El primer homenaje que le hizo a su amado padre fue Nonino fue cinco antes con un tema homónimo al apodo. Es considerado su obra más emblemática junto a Libertango y él mismo la consideró como “mi mejor composición y no sé si lo voy a mejorar”, dijo.

“Papá nos pidió que lo dejáramos solo durante unas horas. Nos metimos en la cocina… Primero hubo un silencio absoluto. Al rato, oímos que tocaba el bandoneón. Era una melodía muy triste, terriblemente triste. Estaba componiendo Adiós Nonino“, contó Daniel, su hijo.

El video compartido muestra la versión junto a la Sinfónica Cologne Radio Orchestra de Alemania y fue extraído del documental “Astor Piazzolla: The Next Tango”.

 

Otoño Porteño (1969) 

 

En Las Cuatro Estaciones Porteñas, compuestas entre 1965 y 1970, Piazzolla comparte cómo, al igual que Vivaldi, llegó a sentir en su piel y en sus ánimos cada una de las estaciones, pero en Buenos Aires.

A continuación su presentación en Live at The Montreal Jazz Festival de 1984.

 

Fuga y misterio (1968)

 

El dúo compuesto por Astor y Horacio Ferrer dejó composiciones magistrales en la música como Balada para un loco (1969) y esta delicia en la que el mismo Piazzolla parece querer correr de las criticas.

También dejaron la “operita” María de Buenos Aires, una pieza estrenada en 1968 en Buenos Aires en la que se fusionaba la ópera y el tango. En la primera parte suena “Fuga y misterio” mientras María bailaba su compás.

El video compartido es del 11 de junio de 1983 y muestra a Astor y su  Conjunto Nueve en el Teatro Colón de Buenos Aires.

 

Oblivion

 

Es una de las más hermosas composiciones que dejó Astor, si es posible elegir una. Debe serlo también para los que más saben de música porque es una de las favoritas de las orquestas para hacer sus propias versiones.

“Trascendió a la fama cuando Marco Bellocchio lo incluyó como motivo principal en la banda sonora de la película Enrico IV, estrenado en 1984”, cuenta el historiador de tango José María Otero que además cuenta en Tango al bardo que por esta exquisitez Astor “fue nominado en febrero 1993 a los Grammy Awards de 1992, en la categoría de ‘Mejor composición instrumental’ a título póstumo. No lo ganó.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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