1º de mayo de 1890: La Recoleta fue sede de la primera conmemoración del Día del Trabajador en la Argentina

Cuando un grupo de exiliados políticos alemanes, perseguidos por el gobierno de Bismarck, se radicaron en Argentina fundaron, el 1 de enero de 1882, un club socialista al que bautizaron “Verein Vorwärts”, que significa “unidos adelante”. Establecieron su sede en la entonces calle Comercio (hoy Humberto I) 880 de la ciudad de Buenos Aires y comenzaron una intensa actividad en defensa de los derechos del trabajador.

En 1890, gobernaba el país Miguel Juárez Celman, quien venía jaqueado por una crisis económica que había cortado con años de bonanza. Un colapso financiero, producto de la emisión de papel moneda sin respaldo, el haber tomado un empréstito que gravaba las rentas de aduana, la restricción del crédito por parte de los bancos, las sequías en el campo, entre otros problemas, hizo que el dinero escasease, que subieran la tasa de interés y que se desplomaran los valores bursátiles. La Revolución del Parque, que estalló el 26 de julio de ese año, derrotada en la acción pero triunfante en lo político, sellaría la suerte del mandatario cordobés y terminaría renunciando al mes siguiente.

Nuestro país fue destino de una importante corriente inmigratoria. Según lo destaca Gino Germani, entre 1857 y 1914 se radicaron en Argentina, en forma permanente, más de dos millones de inmigrantes. Estos fueron decisivos a la hora de la organización de clase obrera, quienes trajeron del Viejo Mundo el método para hacer funcionar un sindicato.

En ese panorama Vorwärts decidió, en 1890 -de acuerdo a las directivas del Congreso Obrero Internacional celebrado en París- conmemorar, en todos los países, la fecha del 1 de mayo. La denominaron “fiesta internacional de obreros”. La celebración sería el puntapié inicial de la creación de una federación de obreros en el país y de la edición de un periódico.

Jornada de 8 horas

El manifiesto que dieron a conocer revelaba sus objetivos: lograr una jornada laboral de 8 horas para los adultos, la prohibición de trabajar a menores de 14 años, la abolición del trabajo nocturno (salvo en los casos en que la producción no pudiera discontinuarse), la prohibición del trabajo de la mujer, el descanso no interrumpido de 36 horas por semana, la prohibición a aquellas industrias que perjudiquen la salud del trabajador, la supresión del trabajo a destajo y por subasta y la inspección minuciosa de -por parte del Estado y de los propios obreros- fábricas y talleres. Reclamaba que todas estas disposiciones se implementasen a través de leyes de alcance internacional.

Y el manifiesto finalizaba con un “¡Viva el 1 de mayo de 1890! ¡Viva la Emancipación Social!”

Todos a Recoleta

¿Dónde celebrar el 1 de mayo? Después de analizar distintos lugares, se contrató el Prado Español, situado en la avenida Quintana, entre Junín y Ayacucho, en Recoleta, cuyas características urbanísticas estaban muy lejos de las que hoy conocemos. Era un barrio peligroso para transitar, con muchos baldíos, lleno de matones y de gente buscada por la justicia, que usaban los rancheríos para ocultarse. En ese ambiente, pululaban cafés y bailongos de medio pelo.

El Prado Español era un predio al aire libre, donde se desarrollaban distintas actividades públicas. Era célebre por sus romerías y especialmente por haber sido el primer lugar donde se permitió bailar el tango a parejas compuestas por un hombre y una mujer, porque el tango sólo se bailaba a escondidas o entre hombres. Era escenario milonguero, donde se armaban verdaderos campeonatos sobre quién sabía bailarlo mejor. Y, como es de suponerse, más de una velada terminaba con dos guapos batiéndose a duelo de cuchillo.

Con el correr de los años, la mayoría de las familias pudientes del centro de la ciudad habían comenzado a construir sus mansiones en Recoleta, escapando del flagelo de la fiebre amarilla, de 1871, y el devenir de los años hizo que el barrio dejase de ser referente de boliches de dudosa reputación.

En Vorwärts eran previsores: en caso de lluvia, el acto se haría en el local de Comercio 880. El día anterior, en plena pegatina de carteles convocando al acto, tres militantes fueron detenidos por unas horas.

El jueves 1 de mayo de 1890, a las tres de la tarde, comenzó el acto, con una asistencia calculada entre 1500 y 2000 personas, una cifra nada desdeñable para la época. El orden lo cuidó el comisario García, de la comisaría 15ª, secundado por dos oficiales y quince vigilantes.

Hubo cerca de 18 oradores, muchos de ellos extranjeros, entre ellos alemanes, franceses, italianos y españoles. Jacinto Oddone, dirigente socialista, historiador del movimiento obrero argentino, realizó una reseña de la que tomamos sólo algunos conceptos:

– Diario La Nación: “…había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho…”

– Diario La Prensa: “El presidente, señor Winiger, abrió la asamblea pronunciando un oportuno y elocuente discurso que sentimos no publicar por falta de espacio…”

Las crónicas calificaban a los dirigentes de “polilla humana”, y que si se accedía a las pretensiones de la clase trabajadora, las empresas se verían en la obligación de cerrar sus fábricas y radicarse en otros países.

Como en los días anteriores la patronal había advertido que se descontaría el día de trabajo a aquellos que faltasen por ir al acto, y en muchos casos se los despediría, se abrió una colecta para auxiliar a todos aquellos que les alcanzaran semejantes sanciones. Se lograría recaudar 120 pesos.

Cuando a las cinco y media la concurrencia se desconcentró, fueron a festejar en el local de Vorwärts, donde bailaron y cantaron hasta bien avanzada la madrugada.

Todas las peticiones señaladas más arriba fueron elevadas a la Cámara de Diputados para su discusión, cosa que el cuerpo nunca trató. En agosto de 1892 el expediente fue archivado.

Uno de los resultados del mitin, fue la decisión de editar un periódico, que se llamaría “El Obrero”. Saldría por primera vez el 12 de diciembre de 1890. Entre sus principales colaboradores estaba Germán Avé Lallemant. Por 1870, este ingeniero alemán había llegado a la Argentina y terminaría radicándose en San Luis en la búsqueda de oro y petróleo. Fue el primero en usar dinamita en Argentina.

Y posiblemente, como en la vida nada es casual, en 1872 se casaría con Enriqueta Lucero, quien pasaría a la historia como la protagonista de la primera huelga docente que hubo en el país, en noviembre de 1881, quien tuvo la osadía de desafiar, desde San Luis, al funcionario a cargo de Educación: Domingo F. Sarmiento, Superintendente de Escuelas.

 



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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