Vida, amores, éxitos y honestidad política del mayor ícono del cine de Hollywood: un duro irrepetible…
Es enero en California. Es 1957. Los inmensos naranjales explotan: millones de esferas ya en sazón. Desde el aire, una colosal alfombra dorada. Es –también– la Edad de Oro del cine: Hollywood, como anuncian las blancas letras gigantes en la más alta de las colinas. Cae la tarde. Las estrellas salen de sus bungalows en el Jardín de Alá, opulento refugio de pecaminosa fama (alcohol, drogas, sexo desaforados), y desfilan hasta el Brown Derby, el no menos estelar restaurante y bar del Wilshire Boulevard y Alexandria. Van, claro, a beber incesantes dry Martinis o ásperos bourbons línea Kentucky Straight, opuestos al Jack Daniel´s, uno de los amores de Frank (Sinatra, ¿quién otro?). Pero alguien falta bajo esa cúpula marrón con forma de media esfera. Su taburete está vacío, y nadie lo ocupa: anticipado homenaje… Porque no lejos de allí, Humphrey Bogart está muriendo. Cáncer de esófago en fase final. Los…