Tres sobrevivientes de abuso sexual denunciaron que el cardenal Robert Prevost, quien se desempeñó como obispo de la ciudad norteña de Chiclayo (Perú), encubrió los casos a pesar de que el sacerdote denunciado admitió los cargos, según un informe difundido este domingo por Cuarto Poder. Dos de las denunciantes declararon bajo el anonimato.
Ana María Quispe, quien integraba el grupo infancia misionera, contó al dominical que fue agredida a los 9 años en una casa parroquial. “Era el cumpleaños del padre Eleuterio (Vásquez Gonzales). Mi mamá le preparó un queque y me dijo ‘anda, llévale’. El padre no estaba, abrió la puerta Ricardo Yesquen (otro cura). Él me sentó en sus piernas y empezó a besarme”, dijo.
Años después, también fue abusada por Vásquez, allegado de su familia. De acuerdo con su testimonio, el sacerdote la invitó a una misión fuera de Chiclayo. Viajaron durante cinco horas por carretera hasta llegar al centro poblado Cueva Blanca, en Incahuasi (Ferreñafe). Cuando la misión terminó, él buscó una casa para pasar la noche y la obligó a compartir la misma cama.
“Se acuesta y me abraza, me coge con sus brazos y con sus piernas. Me quedé helada, no dormí nada. Después de unas horas, me levanté a vomitar”, señaló. Los abusos fueron denunciados ante el entonces obispo de Chiclayo, Robert Prevost, quien actualmente ocupa uno de los cargos más influyentes en la Santa Sede.
El cardenal, consejero del Papa Francisco sobre la selección de los obispos y presidente de la Pontifica Comisión para América Latina (PCAL), archivó las denuncias en 2022. Otra sobreviviente, una excatequista, contó que fue abusada a los 11 años en una misión similar en Cueva Blanca. “Me dijo ‘lleva algo para abrigarte’ (…) acomodé la cama y (…) siento que empieza a abrazarme por debajo del polo, tocándome la espalda”, señaló. El patrón continuó durante la madrugada.
La tercera denunciante fue agredida a los 13 años en una capilla. Según su relato, ese día acudió con su hermano a visitar al agresor. “Le pidió a mi hermano que vaya a ver si todo estaba listo para la misa. Mi hermano se fue (…) intentaba besarme y yo forcejeaba, en eso hemos escuchado que venía mi hermano y ha bajado”, dijo. Posteriormente, Vásquez celebró la misa y “en la homilía empezó a decir que los sacerdotes son personas, que cometen errores y que nosotros debemos saber perdonar”.
A pesar de que reconoció los abusos ante Prevost, el agresor solo fue cambiado de sede. Aunque las denuncias no prescriben, requieren que la Iglesia designe un abogado canónico, lo cual hasta ahora les ha sido negado a las tres sobrevivientes. Ellas presentaron una defensa legal; sin embargo, esta fue retirada a través de un comunicado.
La diócesis de Chiclayo comunicó al dominical que la investigación previa ha sido derivada a la Santa Sede. “Las tres víctimas fueron a hablar con algunos profesionales que ofrecen sus servicios para escuchar y atender a las víctimas de abusos. Después de unas semanas, (…) tomaron la decisión de presentar sus denuncias en el fuero civil a la fiscalía. (…) ese mismo año la decisión de la fiscalía fue archivar el caso por prescripción y falta de pruebas”, se lee en el texto.
Sin embargo, aclaró que como el caso está nuevamente en el ojo público, el administrador apostólico ha querido reabrirlo “para una mayor claridad de los hechos”. Para ello, “se ha impuesto medidas cautelares al padre acusado de residir en su domicilio familiar y que no ejerza el ministerio sacerdotal”. Además, un sacerdote canonista está a cargo de esta nueva pesquisa.
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