Un misterio de 50 años: ¿Quién mató a Robert Kennedy?

Robert Kennedy fue asesinado en la cocina del hotel donde celebraba la decisiva victoria en California en las elecciones primarias del Partido Demócrata

CHICAGO | La sombra del asesinato de su hermano, cinco años antes, seguía a Bobby Kennedy en cada uno de sus movimientos. Al pasar por el barrio chino de Los Ángeles, haciendo campaña en mayo de 1968, se escucharon unos estruendos y todos creyeron que se había confirmado la tragedia tan anunciada. Fue una falsa alarma. Se trató apenas de unos cohetes lanzados por unos muchachos chinos. Un episodio muy comentado por la prensa esos días. Por esa razón, cuando las balas finalmente alcanzaron su cuerpo cerca de la medianoche del 5 de junio en la cocina del hotel Ambassador, muchos pensaron que se trataba de algún otro fanático que se le había ocurrido festejar el triunfo del candidato en la primaria de California haciendo explotar unos petardos. El charco de sangre que se extendía desde su cabeza terminó con cualquier especulación. El hombre que estaba destinado a ser el próximo presidente de Estados Unidos y que muchos consideran que tenía la convicción y la capacidad para transformar a éste país y el mundo, ya estaba herido de muerte.

En ese mismo momento, los guardias que custodiaban a Kennedy y otros hombres se abalanzaron sobre el supuesto asesino y lograron atraparlo después de algunos forcejeos. Permanece en la cárcel desde entonces. El palestino Sirhan Sirhan (que ahora tiene 74 años) fue encontrado culpable y confinado en una prisión de alta seguridad de San Diego.

Pero ni el hijo de Bobby, Robert F. Kennedy Jr., ni uno de sus mejores amigos, Paul Schrade, creen que sea Sirhan el único implicado en el crimen y que medio siglo más tarde ya es hora de saber la verdad. “Es muy probable que Sirhan no haya tenido nada que ver”, dice Kennedy Jr.

El asesino de Kennedy, Shiran Shiran. A la izquierda en una foto tomada el 23 de mayo de 1969; a la derecha en otra del 2 de septiembre de 2006. Shiran hoy tiene 74 años y dice no recordar nada sobre el asesinato

“¿Cómo pudo disparar 13 balas con una pistola en la que solo caben ocho?”, se preguntó Schrade cuando dio su testimonio en la última de varias audiencias pedidas por Sirhan desde 1985 para que le conmuten la pena. Paul Schrade era un amigo íntimo de la familia Kennedy y estaba junto a Robert la madrugada del 5 de junio de 1968, cuando el senador por el estado de Nueva York y, desde hacía unas horas, candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, fue asesinado. Él mismo recibió un tiro en la cabeza y, desde hace 40 años, tiene claro quién le disparo: fue Sirhan Sirhan. Pero, por eso mismo, está convencido de que el hombre que lleva 50 años entre rejas por asesinar a su amigo Bobby nunca fue culpable de su muerte. Está seguro de que el sicario que acabó con el séptimo Kennedy desapareció de la escena del crimen y nunca fue identificado.

Schrade, que tiene ya 90 años, se encontró de nuevo con Sirhan, al que no veía desde el juicio de 1969, y trató de convencer al juez de que el palestino es inocente. “Debería haber estado aquí hace mucho tiempo”, reconoció Schrade al convicto, “y me siento culpable de no haber estado para ayudarte a ti y a mí”. Su esfuerzo no tuvo un buen resultado. Como ocurrió en las 13 audiencias anteriores para decidir la libertad condicional de Sirhan, su solicitud fue denegada.

Paul Shrade durante una audiencia para definir la libertad condicional de Shiran en 2016 (Gregory Bull/AP)

Kennedy Jr., un abogado de 64 años, también cree que en la cárcel puede estar pagando por el crimen una persona equivocada. Sostiene que en el lugar del asesinato hubo un segundo tirador que fue el verdadero responsable de la muerte de su padre. Kennedy Jr. llegó a esta conclusión tras revisar durante meses los resultados de la autopsia, los informes de la policía y las transcripciones de los testigos. También fue a hablar con Sirhan a la prisión estatal de Corcoran, en California. Quedó convencido de que tiene que seguir investigando hasta encontrar al hombre que mató a su padre.

Fue Schrade quien pidió a Kennedy Jr. que examinara las evidencias. “Una vez que leí el informe de la autopsia me sentí mareado. No podía creer que hubieran condenado a Sirhan con esas evidencias”, dijo Kennedy Jr. al Washington Post. En ésta cruzada no lo acompaña el resto de la familia. Tres de sus hermanas, la ex vicegobernadora de Maryland Kathleen Kennedy Townsend, la activista de derechos humanos Kerry Kennedy y la cineasta Rory Kennedy, se niegan a hablar en público sobre el asesinato. “Este es un tema demasiado doloroso y las entiendo”, comentó. “Pero yo tengo que seguir porque necesitamos todos saber la verdad”.

Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos (Reuters/archivo)

También es doloroso para él. Ese 5 de junio de 1968 Kennedy estaba durmiendo en su habitación de la Escuela Preparatoria Georgetown en Bethesda, Maryland, no muy lejos de la Casa Blanca. Un sacerdote lo despertó y le dijo que había un auto esperándolo para llevarlo a su casa en el barrio de Hickory Hill, en Virginia. Pero el cura no le dijo por qué lo habían venido a buscar de urgencia. En su libro “Valores estadounidenses: Lecciones aprendidas de mi familia”, Kennedy Jr. describió que la secretaria de su madre lo estaba esperando. “Jinx Hack me dijo que mi padre había recibido un disparo, pero en ese momento no me preocupé demasiado. Pensaba que iba a estar bien. Para mí él era indestructible”. Un rato más tarde, le avisaron que tenían que ir al aeropuerto con su hermana mayor Kathleen y su hermano Joe. Allí los esperaba el avión oficial del vicepresidente Hubert H. Humphrey, para volar a Los Ángeles. Apenas llegaron al hospital Good Samaritan donde habían llevado al senador herido, Kennedy Jr. pudo verlo: “tenía la cabeza vendada y la cara amoratada. Mi mamá estaba mirándolo absorta y no se percató que estábamos ahí hasta un rato más tarde, cuando un sacerdote vino a darle la extremaunción. “Me senté al lado de la cama y tomé la mano de mi padre, para mí era la mano de un gran luchador”, escribió. “Recé y me despedí de él escuchando las bombas que lo mantenían respirando. Luego fueron pasando de a uno mis hermanos. Murió a la 1:44 de la madrugada, unos minutos después de que los médicos le quitaran el respirador artificial. En ese momento, estábamos esperando en una sala de al lado. Mi hermano Joe entró y nos dijo ‘se fue’ “.

De acuerdo a la investigación revisada por Schrade y Kennedy Jr., el Departamento de Policía de Los Ángeles (LAPD) y la Oficina del Fiscal del Condado de Los Ángeles (LADA) ya sabían dos horas después del asesinato que Sirhan Bishara Sirhan no había podido hacerlo solo y que había un segundo pistolero. El acta oficial muestra que la fiscalía nunca tuvo un solo testigo ni evidencias físicas ni balísticas para probar que Sirhan disparó sobre Robert Kennedy. Los documentos del juicio, a los que no se pudo acceder por más de 20 años, muestran que el LAPD destruyó las pruebas físicas y escondió las balísticas que exoneraban a Sirhan, encubriendo la existencia de un segundo pistolero, que fue el que hirió fatalmente al senador.

El doctor Shane O’Shullivan, autor del libro “Who Killed Bobby? The Unsolved Murder of Robert F. Kennedy”, es quien investigó más a fondo el asesinato y coincide totalmente con la versión de la historia narrada por Schrade y Kennedy Jr.: “Todas las respuestas están en las fotos y las evidencias balísticas, sólo falta determinar quién de los presentes disparó al mismo tiempo que Sirhan”.

Robert F. Kennedy en el Hotel Ambassador en Los Ángeles el 5 de junio de 1968 instantes antes de ingresar a la cocina donde sería baleado (DICK STROBEL/AP/archivo)

El 5 de junio de 1968, Bobby Kennedy había logrado la mayor victoria de su carrera política al vencer en las primarias del estado de California, algo que le despejaba el camino hacia la Casa Blanca. Esa noche, el senador dio un corto y último discurso en el hotel Ambassador de Los Ángeles. Cuando aún no habían cesado los aplausos, bajó del pódium para ir a dar una conferencia de prensa. Era imposible atravesar el salón que estaba atestado de seguidores. A sugerencia del maitre del hotel los guardaespaldas lo hicieron salir por la cocina. Schrader, que era el jefe de la campaña de RFK, caminaba unos dos metros por detrás del senador. Kennedy se detuvo un momento para estrechar la mano de algunos cocineros y empezó de nuevo a caminar cuando Schrade vio destellos luminosos y escuchó “un sonido crepitante como de electricidad”.

“Lo primero que pensé es que me había electrocutado al pisar unos cables de televisión mojados, pero de pronto vi como Bobby caía al suelo y sentí un golpe duro en la frente”, explica. Cayó el también y perdió el conocimiento. Bobby había recibido cuatro balazos. La autopsia reveló que una bala había pasado a través de la hombrera derecha de su saco sin penetrar el cuerpo, otras dos lo habían alcanzado debajo de la axila derecha, y el tiro fatal impactó en el cráneo unos centímetros por detrás de la oreja, atravesando el cerebro. Otras cuatro personas resultaron heridas por distintos proyectiles.

El rostro de “Bobby” tras ser baleado

La Policía de Los Ángeles debía justificar, por lo tanto, la procedencia de nueve disparos, con el inconveniente de que el único sospechoso tenía una pistola en la que solo cabían ocho balas. La solución que encontró Deawayne Wolfer, el investigador principal del caso, fue que la segunda bala que disparó Sirhan había pasado a través de la hombrera de la chaqueta de Kennedy y fue hacia arriba, en un ángulo de 80 grados, para alcanzar a Schrade en la frente. Schrade consultó a varios investigadores retirados de la policía y la conclusión es que esto solo podría haber ocurrido “si midiera 2,70 metros o hubiera tenido la cabeza apoyada en el hombro de Kennedy”. Por si la explicación del LAPD no fuera lo suficientemente absurda, el agente del FBI William Bailey encontró otros dos casquillos de bala más en la escena del crimen.

El relato de los testigos apoyan estas evidencias. El maître del hotel, Karl Uecker, que estaba guiando a Kennedy a través de la cocina y que lo llevaba agarrado de su brazo derecho, insiste en que apenas vio a Sirhan que efectuaba los dos primeros disparos, logró agarrarlo de la mano y llevarlo hacia una una mesa de vapor hirviendo. El palestino no dejó de apretar el gatillo, pero Uecker asegura que no hubo forma de que Sirhan volviera a apuntar hacia Kennedy, por lo que nunca pudo haber efectuar los cuatro disparos sobre él. Otro empleado del hotel, Eddi Minasian, corroboró la versión dada por el maître y aseguró, además, que Schrade cayó al suelo antes que Kennedy, lo que implica que fue él quien recibió el primer disparo. Lo mismo vio Frank Burns, un abogado que estaba también en el lugar y vio claramente toda la secuencia: “el disparo que impactó en RFK –testimonió- no salió de la pistola de Sirhan”.

Kennedy hablando con la prensa un día antes de ser asesinado (Bill Eppridge/Getty/archivo)

La versión oficial del asesinato tampoco encaja con el único documento sonoro que hay del crimen, la grabación que realizó el periodista polaco Stanislaw Pruszynski que estaba cubriendo la campaña electoral para la agencia oficial de su país. De acuerdo al forense Philip Van Praag, en la cinta se pueden escuchar perfectamente 13 disparos. Primero hay dos disparos, después una pausa de segundo y medio (momento en el cual, cree el experto, el ‘maître’ agarró la mano de Sirhan) y tras esto se escuchan el resto de los balazos. Entre los disparos tres y cuatro, y siete y ocho, Van Praag asegura que no existe el suficiente tiempo como para que el sonido provenga de la misma pistola. Son disparos efectuados casi a la vez desde puntos distintos. Cinco de los disparos -el tercero, el quinto, el octavo, el décimo y el duodécimo- tienen una “frecuencia anómala” que indica que provenían de otra pistola, situada en dirección opuesta a la que estaba Sirhan.

Scharade fue el primero que pidió reabrir el caso en 1974. Dos años después, se reexaminaron las pruebas balísticas pero no se llegó a ninguna conclusión. En 1988 logró que se desclasificaran los documentos policiales y se descubrió que la policía de Los Ángeles había destruido gran parte de las pruebas, pero tampoco se cambió la versión oficial. En 2011, los abogados de Sirhan aportaron nuevas evidencias como la grabación de Pruszynski y una declaración médica en la que se asegura que el palestino perdió por completo la memoria desde la mañana del día del crimen hasta cuatro días más tarde. En enero de 2015, el juzgado desestimó todas esas pruebas.

Robert Kennedy en el Hotel Ambassador durante su discurso de agradecimiento por la victoria en las primarias demócratas en California (AP Foto/Dick Strobel, archivo)

Tampoco hay un motivo claro de porqué Sirhan quería matar a Bobby Kennedy. Es cierto que el palestino estaba enojado por las posturas del senador con respecto al conflicto de Medio Oriente. Pero durante el juicio ni en ninguna de las audiencias posteriores expresó la más mínima posición política favorable a los árabes. Lo único real que existe sobre él es una confesión de culpabilidad que la policía dice haber conseguido cuatro días después del crimen. Sirhan se retractó durante el juicio y dijo que no recordaba nada de lo sucedido en esos días.

La teoría más extendida desde 1968 es que el palestino fue víctima de una conspiración gubernamental. Algo así como un “candidato de Manchuria” (por la película y la novela del mismo nombre) que fue hipnotizado o drogado para que cometiera el asesinato o, por lo menos, estuviera en el lugar con un arma para ser inculpado. Habría algunas evidencias de su estado hipnótico, avaladas por varios y prestigiosos siquiatras consultados por la corte, pero nunca fueron tenidas en cuenta. Después de los atentados del 11/S, también se especuló con la posibilidad de que el asesinato de Bobby Kennedy se haya tratado del primer atentado del extremismo islámico en suelo estadounidense. Pero esto no tendría ningún fundamento si se tiene en cuenta que Sirhan es un palestino cristiano.

Shiran Shiran en el Hotel Ambassador detenido tras el asesinato (Getty/archivo)

En estos días todas estas teorías están siendo expuestas en una larga serie de documentales realizados y exhibidos por casi todas las grandes cadenas de televisión y los grandes diarios de este país. No hay conclusiones definitivas pero todos dudan de la investigación. En Washington se discute la posibilidad de armar una nueva comisión del Senado (hubo varias a lo largo de este tiempo) para que con la ayuda de las nuevas tecnologías se logre llegar a la verdad histórica.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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