Testigos del dolor: los dramáticos recuerdos de los médicos que trabajaron en la tragedia de Cromañón

Primero fue el rock, después el fuego, más tarde el humo e inevitablemente la muerte. Las sirenas de las ambulancias se convirtieron en la música que los miles de sobrevivientes tuvieron que escuchar; la misma que ninguno de ellos imaginó oír durante la noche del 30 de diciembre de 2004.

“¡No entren más! Decile a los que están allá que no entren más, que se van a morir ellos también“, gritó uno de los primeros emergentólogos en llegar. Carlos Russo era el coordinador médico del SAME. Pensó en ese grito y recordó esa noche. “Me llamaron y me fui enterando de todo por la radio. Pasé por el lugar y no podía creer lo que estaba viendo. Era como estar despierto en una pesadilla”, dijo a Infobae.

El incendio del boliche República Cromañón terminó con la vida de 194 personas y dejó heridas, secuelas y traumas en miles de víctimas y familiares. “Somos testigos del dolor, protagonistas de un suceso histórico aberrante, en el cual nunca hubiésemos pensado que podíamos estar”, sostuvo a Infobae Claudia Vigil, psicóloga e integrante del Servicio de Estrés Traumático del Hospital Torcuato de Alvear.

Carlos Russo era el coordinador de los médicos en SAME (Créditos: Sergio Goya)
Carlos Russo era el coordinador de los médicos en SAME (Créditos: Sergio Goya)

Carlos atendió a Infobae en medio de sus vacaciones. “Va a ser el primer año que no voy al homenaje que realizan los familiares de las víctimas”, explicó. “Pasé muchísimas cosas, es una fecha muy jodida para mí. En 2004 también estaba de vacaciones, a punto de irme con mi mujer y mi hija. Cuando me llamaron no lo dudé. Me quedé hasta el 8 o 9 de enero trabajando. No dormía. Fue terrible. Pero terrible porque los familiares necesitaban respuestas y nosotros no las teníamos. Falló la comunicación, los padres buscaban a sus hijos en hospitales y quizás estaban en una morgue. O viceversa. Fue realmente muy duro“, agregó.

Su rol no fue sencillo: desde su puesto debía derivar a los pacientes a hospitales públicos y privados para que todos pudieran ser atendidos. También para evitar que aquello se colapse. “No podíamos identificar a las víctimas, ese fue el gran problema. No tenían DNI, nadie estaba con ellos. Hubo familiares que recién a la semana de la tragedia se enteraban en qué sitio estaba la persona que buscaban“, recordó Russo.

Encontrar los datos filiatorios en medio de tanto desconcierto era el objetivo principal. Recabar información, comunicar eficientemente y contener a los padres, los amigos, los seres queridos, que recibían de los médicos las palabras que no querían escuchar.

“No había datos ciertos, no podíamos comunicar supuestos. Siempre digo que si un desastre como este no se encara bien desde el principio estamos en presencia de las tres ‘de’: desinformación, desesperación y depresión. Los familiares no tenían las repuestas que esperaban, comenzaban a desesperarse, tenían emociones muy fuertes. Y nosotros entendíamos lo que sucedía. Pero también se deprimían, estaban decepcionados. Hacía horas o días que no sabían nada de sus hijos. Lo pienso y me pongo mal“, contó Russo, quien actualmente encabeza la Dirección Nacional de Emergencias Sanitarias (DINESA).

Claudia Vigil aún trabaja con víctimas que estuvieron durante la tragedia de Cromañón
Claudia Vigil aún trabaja con víctimas que estuvieron durante la tragedia de Cromañón

Durante los 90, Carlos fue rescatista en los atentados a la Embajada de Israel y a la AMIA. “Cuando pasó lo de Cromañón me di cuenta de que nunca te acostumbrás a las tragedias. Obviamente que la experiencia sirve para decidir mejor y ser más eficaz a la hora de actuar. Hay que ser profesional, perseguir una línea de trabajo establecida, pero no es algo para lo que estás preparado”, manifestó.

“Recuerdo que en 2004, el 31 de diciembre lo pasé en la guardia, entre víctimas y familiares. A los pocos días tuve una especie de interrogante emocional. Me senté, quise tranquilizarme y pensé: ‘¿Qué hago con todo esto? ¿Cómo lo resuelvo?’. Somos seres humanos, pero no podés circunscribirte a eso. Cuando ves a un padre llorando, desesperado, entendés que si caés en una parálisis no estás ayudando a nadie, no producís nada. No sirve para nada“, dijo Russo.

“Lloré, mucho. Millones de veces. Me pasa que me encuentro con familiares con los que tengo una gran relación y me largo a llorar. Lo mismo me pasa con la gente de AMIA, me brindan mucho cariño. Pero me puedo tomar esa licencia, se que debo seguir haciendo mi trabajo y no quebrarme. Pero ese momento es tan necesario… No lo puedo explicar”, sintetizó el médico.

Aquellos profesionales que trabajaron durante esa noche y en los días posteriores encuentran el mayor de los lamentos en lo inevitable. Carlos, por su parte, explicó que “lo que sucedió fue terrible, pero que tantos jóvenes volvieran a ingresar para buscar a su hermano, a su novia, a algún amigo, genera el mismo dolor. Muchos murieron por querer salvar a otros. Es difícil comprenderlo, sólo entendiendo el alto valor emocional que se vivió esa noche”.

La psicóloga Claudia Vigil, quien aún sigue trabajando con pacientes que han sido víctimas o están relacionadas directamente con la tragedia de Cromañón, recordó que el 28 de diciembre de aquel año se juntó a cenar con sus colegas y ella les confirmó que iba a pasar la noche del 31 con su mamá.

“Daniel Mosca, hoy titular del Servicio de Estrés Postraumático del Hospital Alvear, dijo al levantar su copa: ‘Uno debe estar en el lugar que haya que estar’. Y vaya paradoja: la noche del 30 estaba triste, molesta, escuchaba pirotecnia. Y prendí la tele, vi lo que pasaba y me autoconvoqué. Mosca tenía razón, la noche del 31 la pasé en el lugar que debía estar”, recordó.

“Soy psicoanalista, no puedo mezclar lo personal con lo profesional. No estoy tan cerca del paciente como lo está el emergentólogo. Pero esa noche había tanto caos y era tanta la demanda que me trasladaba del Hospital de Quemados a la Morgue Judicial. Ida y vuelta. Había que contener a los familiares y también darles información”, contó.

Claudia conservó de aquel entonces una situación que no olvidará jamás: “Mi hija tenía 16 años. Ya había constatado que no estaba en Cromañón y me fui a trabajar con calma. Al otro día una mujer, en la puerta de la morgue, me dijo: ‘¿Su nena está acá?’. Yo no la conocía, no sabía quién era, la veía por primera vez en mi vida”. 

Y continuó: “Me quedé helada. Ella quería saber si allí estaba su hijo, pero se mostraba tranquila, decía que seguramente estaba bien, que en cualquier momento aparecía o la llamaba. Entonces entré y pregunté y sí, su hijo estaba en la morgue. Cuando se lo comuniqué se reía, no me creía, decía que no podía ser. Al ingresar se desmayó. De ese tipo de situaciones vivimos muchísimas”.

Durante los años posteriores Claudia permaneció recibiendo a las víctimas en su consultorio. Lidió con la renuncia de Aníbal Ibarra como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, sufrió durante el juicio y jamás entendió la vuelta de Callejeros a los escenarios. Vivió junto a los protagonistas una rueda que jamás dejó de girar. La misma que siempre la lleva de viaje por la noche del 30 de diciembre.

“La mejor manera de resolver los traumas de una persona es que logre resignificar lo vivido. No se trata de olvidar, sino de darle un sentido diferente a la vida, a los afectos, a los que quedaron. Es una fecha muy jodida, porque se nota la ausencia y hay muchos papás y muchas mamás que tienen una foto de su hija o de su hijo en un portaretrato y jamás volvieron a verlo”, indicó.

A 14 años de una noche fatídica, Carlos y Claudia rememoraron que ni siquiera ellos, formados y con la suficiente experiencia para lidiar con estas situaciones, pudieron salir inmunes de lo vivido. Carlos convivirá por siempre con los gritos, los llantos desgarradores, la angustia eterna de una madre que corre sin rumbo por el pasillo de un hospital.

En Claudia, en cambio, resonarán las sirenas de las ambulancias y en cada calor de fin de año recordará que había un hermano, una novia o un amigo que sin encontrar a los suyos se moría un poco más. Para ellos también habrá un silencio eterno. El mismo que escucharon los que vieron la oscuridad y no supieron para donde escapar. La salida que andan buscando los que quedan y rara vez encuentran.

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FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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