De la decadencia de Amado Boudou a la decadencia judicial

Amado Bodou, detenido por una causa de enriquecimiento ilícito

Fue el mejor cultor de la frivolización de la política. Una suerte de “fachero” por el que se derretían las “chicas militantes”. Un guitarrista mediocre que se disfrazaba de rockero para perfeccionar su rol de político posmoderno. Un ahijado de la UCeDe devenido en “revolucionario” gracias al relato oficial.

Amado Boudou fue, por sobre todas las cosas, un oportunista que a partir de mostrarse obediente, escaló peldaños hasta encumbrarse en la mismísima vicepresidencia de la Nación. Así se ganó la confianza de Cristina y terminó aparejándole uno de sus mayores problemas.

Es evidente que no tengo una buena opinión suya. Dudo que en su esfera de intimidad valore la ética y creo que su moralidad es tan laxa que indefectiblemente se desdibuja en él.

Sobre el ex vicepresidente pesan imputaciones que determinaron diferentes procesos judiciales. Esos juicios están en trámite con diversos grados de avance. Llevan años de sustanciación sin que haya mediado de su parte maniobras evasivas. Si alguna vez intentó “entorpecer” investigaciones, el pozo en el que ha caído al perder el poder, le impide volver a hacerlo.

¿Por qué digo todo esto? Porque en una República, hasta los seres más miserables merecen un juicio en el que se determine su culpabilidad. Mientras ello no ocurra, el sistema legal presume la inocencia del acusado.

En consecuencia, Boudou es inocente mientras no se pruebe lo contrario y en virtud de ello tiene el derecho de soportar el proceso gozando de su libertad.

Lo que acabo de afirmar ha sido la lógica jurisprudencial que imperó hasta no hace mucho, es decir, hasta el mismo momento en el que la Cámara Federal creyó “oportuno” inducir a los jueces de primera instancia a encarcelar a todos los acusados por corrupción durante la anterior gestión. Lo hizo diciendo algo así: “si creen que se pueden escapar o que pueden interferir en la producción de pruebas, encarcélenlos”.

Fue la misma retórica legal que usaron para mandar a prisión a Milagro Sala. Un falso argumento legal que sirve para maquillar de severa a una Justicia que deambula detrás del poder de turno. Obvio que sirve también para amedrentar y silenciar opositores.

Para cualquiera que haya abrazado la abogacía todo esto causa asco. No tiene nada que ver con las más elementales reglas que imperan en el Estado de Derecho.

Pero parece que con todo eso no les bastara. Ahora también filman el momento de las detenciones. Ese instante en el que el perseguido, abrumado, queda sometido al poder absoluto del Estado. Ya no les basta con “disfrazarlos de presos” poniéndoles cascos y chalecos antibalas y ajustando sus manos a un juego de esposas. Ahora los ventilan en pijamas y descalzos para hacer más oprobiosas las imágenes del perseguido. Necesitan mostrarlos así, sometidos y vencidos.

Nunca antes ocurrió algo semejante. Ni siquiera con los genocidas y torturadores de la dictadura. Nunca se los vio esposados en el mismo instante en que eran apresados.

¿Para que se difunden esas imágenes? Solo para exacerbar el ánimo ciudadano. Buscan la condena social antes que la jurídica. Para lograrlo, necesitan de un sistema de medios que se preste a difundirlas y ese sistema de medios existe en Argentina.

Yo no voy a dar ahora mi opinión sobre la inocencia o la culpabilidad de Amado Boudou, aún cuando todos habrán advertido que concepto guardo de él. Pero lo que quisiera es que el Estado llevara adelante su enjuiciamiento respetando las reglas del debido proceso sin que medien imágenes que se convierten en precipitadas penas infamantes para hacer más aflictivo el pesar de los perseguidos.

Y así lo deseo, porque quisiera que quienes hayan delinquido reciban la sanción legal que corresponda sin someterlos previamente al escarnio público. Al fin y al cabo, en el Estado de Derecho existen sentencias judiciales y no linchamientos sociales.

No se si el gobierno es responsable de todo esto. Quiero creer (a veces lo dudo) que no ejerce presiones sobre los fiscales y jueces. Pero su silencio ante abusos de esta naturaleza induce a presentir las peores conductas de intromisión política en la esfera judicial.

Atribuyen a Carrara haber dicho que “cuando el derecho no es justo, es torcido”. Tan torcido como estos procedimientos que buscan impactar en la conciencia ciudadana antes que impartir Justicia a quien ha delinquido.



FUENTE: INFOBAE NOTICIAS

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